Cuando el ser humano pierde el respeto por sí mismo se convierte en un peligro para la humanidad. Y cuando esto se hace realidad, cuando se ven miles de cabelleras, maletas, ropas, enseres de todo tipo, etc. de aquellos pobres judíos o gitanos que los nazis masacraron mediante la maquiavélica maquinaria de exterminio que diseñaron, es cuando se siente de verdad un desaliento interior, una sensación de no poder hacer nada, y de forma instintiva se pronuncian preguntas sin respuesta ¿por qué? ¿por qué? A finales de marzo de 2013 he viajado a Polonia y he visitado Auschwitz-Birkenau. Más de un millón de personas fueron gaseadas y después incineradas en estos campos de exterminio recreados en películas como “La lista de Schindler” o “La vida es bella”. De cómo fueron aniquiladas, de las mentiras y de las calamidades que pasaron hasta que, al fin, pudieron morir como mejor remedio, dan cuenta los míseros pabellones de madera donde vivían en condiciones inhumanas, las cámaras de gas y de incineración, las torretas, las letrinas que relegan al ser humano a un despojo de sí mismo, uno de los vagones de los trenes de la muerte que los transportaban hacinados peor que si fueran animales,… en fin, todo.
Cuando pasé mi mano sobre las camas hechas con tablones de madera, sucias y carcomidas, tan excelentemente retratadas en la película “La vida es bella”, me acordé, con un aliento contenido y con las lágrimas saltadas, de las palabras del niño cuando entraba su padre en el barracón ¿Hemos ganado, papá? ¿Hemos ganado? Y me dije a mí mismo, ojalá esta horrible masacre haya servido para ganarnos el respeto por nosotros mismos. Este museo del horror atestiguará siempre lo que somos capaces de hacer los humanos.
La historia es dura en muchas de sus facetas, en su largo recorrido. El periodo nazi es un buen ejemplo de ello, pero también lo es la Guerra Civil española. Y los pedagogos y maestros tenemos la obligación de darla a conocer a nuestros alumnos, pero utilizando modelos educativos que logren llegar al sentimiento de ellos para que desarrollen el pensamiento crítico. Pasar por alto momentos históricos como el que he relatado no es bueno ni positivo para la educación en la convivencia, la democracia y la solidaridad, tan necesaria en cualquier persona. Evitaríamos así que algunos jóvenes piensen que la calidad de vida que hoy tenemos, que esta sociedad tolerante y de respeto en la que vivimos, ha salido de la nada, que ha estado siempre así. Para llegar a unos valores universales aceptados en todas las democracias modernas han hecho falta muchas guerras y sufrir grandes injusticias para aprender a reaccionar. La educación y la escuela, y, en consecuencia, el profesorado trabajando de forma colaborativa con las familias, deben ser quienes consigan que el niño además de aprender historia, aprenda de la historia.
Una vez mientras pasaba por al lado de una manifestación escuché a un anciano decir una cosa que removió mi conciencia; mientras iba caminando por la calle dio la casualidad que pasé por al lado de una manifestación a la que presté más atención a el mogollón de gente que a conocer por lo que estaban luchando; de repente me paré para entrar al lugar donde me dirigía dando la casualidad de que en ese momento pasaban dos ancianos por lo mi lado y uno de esos pronunció unas palabras que me hicieron reflexionar;esas palabras fueron:” La mayoría de los jóvenes no luchan por defender sus derechos, si hubieran vivido lo que nosotros vivimos lucharían por que no le arrebatarán ninguno de los derechos que con la lucha se han conseguido”.
Está reflexión me a vuelto a recordar aquella tarde pues lleva toda la razón si supiéramos lo que nuestros abuelos o bisabuelos han luchando, si en vez de encontrárnoslo todo hecho hubiéramos tenido que luchar para conseguirlo ahora no seríamos títeres movidos por lo que a algunos o unos cuantos les parece lo correcto, lucharíamos por defender la educación, la sanidad… En definitiva lucharíamos por todo aquello que sabemos que no está moralmente bien, pero como nos conformamos con todo y echamos la cara para otro lado cuando no nos afecta…
Pero la mayoría de nosotros y me incluyo no sabemos la historia, no conocemos todo lo que se ha sufrido por eso estoy de acuerdo en que el profesor debe hacer no solo que el niño aprenda historia sino que aprenda de la historia, que vea los errores cometidos y consiga conseguir objetivos, sin necesidad de llegar a extremos excesivos.
A pesar de estar mucho tiempo publicada esta reflexión me ha llamado la atención y me parece de lo más acertada, puesto que yo pienso lo mismo acerca de la historia. En el ámbito educativo creo que es un recurso que se tiene que llevar a las aulas de infantil a pesar de que diversos críticos piensen que no es lo correcto. Pienso al igual que usted, nuestra sociedad es lo que es gracias a que mujeres y hombres han luchado por lo que tenemos ahora y es una buena forma para que el alumnado sepa que no siempre se ha vivido así, porque como hace poco dijo un profesor “La historia sirve para conocer el pasado, lo que nos permite entender el presente y construir un futuro mejor.”
Me parece interesante comentar esta publicación porque yo he sido una alumna a la que la historia no le ha interesado nada, pero no por culpa mía si no porque tenía profesores que no me motivaban lo suficiente como para que me interesara por ella.
He aprendido por mi misma, a través de artículos, películas, documentales todas las cosas que han ido sucediendo hasta llegar al día de hoy y sé que las cosas que hoy tenemos no se han conseguido de la noche a la mañana y sin ningún esfuerzo, sé que detrás de todas y cada una de las innovaciones y adelantos que año tras año han ido apareciendo han estado personas y antepasados haciendo todo lo posible para conseguirlo, de casualidad o tras años de intentos, pero se han conseguido.
Debemos fomentar la historia en el ámbito educativo de manera interesante para que todo el alumnado quiera saber cada vez más sobre todo lo que pasó antes de ellos y así no dejar caer en el olvido todo lo que tanto le costó en un pasado realizar y conseguir a todos los antepasados.
Al leer el artículo, por momentos pensaba que me encontraba en aquel terrorífico lugar, y es que, como el articulo nombra hemos pasado por momentos horribles a lo largo de la historia momentos de los cuales debemos aprender.
Además me parece que nuestros alumnos deben aprender de cómo hemos llegado hasta aquí, por lo que ha pasado la humanidad para lograr estos valores universales y es que aprendan de la historia, en mi opinión, les puede resultar beneficioso a ellos.
Aun así, a modo de conclusión creo que si observamos detenidamente la historia nos debemos dar cuenta de en qué mundo vivimos, valorando lo que tenemos y lo que podemos llegar a tener si sabemos construir un buen futuro para todos.
Hace un año también visité Auschwitz-Birkenau, iba con mi pareja y decidimos no llevar guía, queríamos entrar allí solos, sin prisas, deteniéndonos en lo que cada uno de nosotros queríamos, entrar no sólo en el lugar físico, sino en la historia que allí sucedió.
Siempre que recuerdo “La vida es bella” sólo tengo una imagen en la cabeza, cuando van a fusilar al padre y éste va sonriendo, haciendo tonterías, porque lo único que le interesa no es su fusilamiento, sino que el miedo no aparezca en su hijo.
Comencé a llorar cuando entré en una sala que tenía dibujos en las paredes, dibujos de niños, niños que estaban viviendo esa situación, niños que no comprenderían por qué estaban allí, niños que dibujaban lo que veían, y eran muertes, fusilamientos, cámaras de las que la gente no salía… Mi pareja, después de ver la manera en que lloraba, me dijo que si queríamos nos íbamos y yo le me negué, ¿irme para qué? ¿para ser inculta? el hecho de llorar no era un gesto de debilidad, es mi manera de expresar mis sentimientos, pero como bien decía una frase que había allí, “Los pueblos que no conocen su historia, están condenados a repetirla”. Yo quería conocerla, quería ver las barbaridades y la falta de humildad y de caridad que allí hubo, es algo de lo que hay que hablar, hay que saber qué ocurrió, hay que recordar las guerras y las atrocidades a las que se enfrentaron nuestros bisabuelos e incluso abuelos, porque si no lo hacemos, estaremos perdidos.
Cada paso que di por Auschwitz-Birkenau estaba lleno de imágenes, de personas que seguramente murieron en el mismo suelo que yo pisaba, de niños que ni si quiera sabrían hablar y estaban allí, ¿y todo eso para qué? Para limpiar la humanidad de una raza, porque se pensaba y aún por desgracia hay quien lo piensa, que hay razas superiores a otras, pero no sólo eso, involuntariamente, tal vez algunos no discriminemos razas, pero sí otras cosas, como las minusvalías, los trastornos o incluso cosas más simples, como la ropa, las marcas… Por ello las escuelas deben transmitir no sólo historia, no sólo cultura, sino también valores, respeto, igualdad y empatía.
En el corcho de mi habitación tengo una lista con los lugares que quiero visitar, uno de ellos es Auschwitz. Un día mi abuela la leyó y me preguntó el por qué, para qué quería ir allí, que el echo de que esos sitios existieran lo único que hacía era remover recuerdos antiguos y dolorosos y, sinceramente, no la entendí ni la entiendo hoy en día.
Creo que el hecho de que algo haya sido doloroso no implica que deba ser borrado, creo que debe de recordarse siempre y ver claramente los errores que se cometieron, que fueron muchos, y no volverlos a cometer.
Hace cerca de dos años conocí a una persona que había estado en uno de los trenes por pertenecer a la sexta generación de una familia judía y hablaba de ello como algo más que había pasado en su vida, muy doloroso, pero era una etapa más. Le resultaba curioso como podía recordar tan nítidamente algo que le había ocurrido de pequeña y, después de tantos años, seguía sin comprender como el hombre había sido capaz de permitir algo así, cómo había persona que estuvieron tan ciegas para dejarse guiar por otra como simples marionetas.
¿Por qué no enseñar lo cruda que es a veces la vida? En mi opinión al mundo siempre hay que enseñarle tanto lo bueno como lo malo, porque de todos es sabido, que de los errores se aprende.