Otro escritor experto en educación

Hace ya unos años, Pérez Reverte escribió un artículo en el País Semanal (2008) denominado “Subvenciones, maestros y psicopedagilipollas”, que utilicé ampliamente en mis clases para mostrar cómo un escritor de renombre se puede permitir el lujo de hablar de lo que no sabe, insultando y menospreciando, sencillamente porque es quien es. Léase la entrada en este mismo blog “De educación sabe todo el mundo” (http://blogs.ujaen.es/apantoja/?p=22). Alguien podrá decir que la libertad de expresión está por encima de todo, pero también es verdad que no cala igual la opinión de un ciudadano anónimo que la de un escritor conocido. La primera puede pasar desapercibida, mientras que la segunda es posible que siente cátedra y adquiriera rasgo de verosimilitud.

Pues bien, otro escritor y articulista, Juan Manuel de Prada, que también cuenta como Reverte, de una columna donde dar palos por doquier, se ha permitido el lujo de escribir un artículo en el suplemento XLSemanal titulado “Maestros sin autoridad” en el que arremete contra los pedagogos, llegando incluso al insulto sin sentido y sin fundamento. Como maestro y pedagogo que soy, muestro mi repulsa por palabras como estas:

Nuestros modernos pedabobos (perdón, pedagogos) han impuesto la figura del maestro sin autoridad; para lo cual tuvieron primero que desprestigiar y connotar peyorativamente el concepto de ‘autoridad’. Nuestra época ha logrado modelar las conciencias imponiendo que refutan la realidad; y uno de esos espejismos –quizá el más eficaz– consiste en negar el significado originario de las palabras, sustituyéndolo por un conglomerado de hojarascas ideológicas. Así, por ejemplo, de una persona investida de autoridad no decimos que sea una persona ‘autorizada’, sino ‘autoritaria’, que es tanto como decir que es impositiva, despótica, incluso arbitraria en el ejercicio de su autoridad. Cualquiera que trate hoy de reivindicar la genuina ‘autoridad’ del maestro se convierte automáticamente en sospechoso de profesar nostalgias fascistoides.

Ahora resulta -y nosotros sin saberlo- que los pedagogos somos los que hemos desprestigiado el concepto de autoridad y, parece ser, que lo hemos pervertido en el mejor de los casos, sustituyéndolo por “hojarascas ideológicas”. Claro está que los pedagogos tenemos una ideología, incluso una ideología política, según este señor. Y el texto sigue en un deambular por la más pura demagogia, dejando entrever que no sabemos qué es autoridad o, lo que es aún peor, que la confundimos con otros sinónimos. Sin entrar en más detalles sobre el artículo, del que dejo más abajo el enlace para que el que quiera pueda leerlo, tengo que hacer diversas puntualizaciones, en aras de la verdad y la justicia:

  1. Por si no lo sabe, la pedagogía es una de las ciencias más antiguas que existen y tiene por objeto de estudio la formación de la persona a través de la educación, considerada como un proceso organizado, planificado y evaluado. Está formada por diversas ciencias que la desarrollan, como son la didáctica o la teoría de la educación, entre otras.
  2. Cabe deducir de esta breve conceptualización, que el pedagogo basa sus actuaciones en fundamentos científicos, no en simples suposiciones, especulaciones, ideas u ocurrencias.
  3. Las leyes educativas no las hacen, por desgracia, los pedagogos. En su mayor parte son tecnócratas con más o menos conocimiento de causa, pero bajo concepciones ideológicas del partido de turno.
  4. El concepto de autoridad no es contradictorio con los fundamentos pedagógicos más actuales. Ahora bien, autoridad no como el ordeno y mando, sino autoridad donde cada sujeto tenga una percepción clara del rol que ocupa dentro del proceso de aprendizaje. Sabemos qué es autoridad, señor De Prada.
  5. No sé si usted conoce que el maestro se ocupa del periodo de 3 a 12 años. En esta etapa el maestro es el modelo en el que se fija el alumno y se produce de manera automática el respeto por el mismo. La autoridad es intrínseca, no está como el arma que tuvieron nuestros antepasados (aquellos maestros que usaban la regla para pegarnos en las manos o en el culo), sino que la aprende el niño con el simple ejercicio de la convivencia en el aula y en el centro educativo. A veces, hay que recordarlo a los más traviesos, pero nada más.
  6. Si el señor De Prada entiende por maestros a todos los docentes que se ocupan de la enseñanza no universitaria, en especial a la educación secundaria, sí que los problemas de convivencia pueden estar presentes. Algo menos en el bachillerato.

Dice en un párrafo: No existe educación posible sin experiencia de autoridad: el maestro despierta en el discípulo un estímulo que lo ayuda a crecer, provoca en él una conciencia de sus limitaciones y lo acicatea en la búsqueda del conocimiento. Es decir, debe de haber autoridad para que el alumno reciba el estímulo de crecer, conocerse mejor así mismo y desear aprender. Qué disparate.

E insiste: Los maestros han sido despojados de su autoridad, que es tanto como si hubiesen sido despojados de su misión. Aquí es cuando me pierdo definitivamente ¿realmente estaba bien el señor De Prada cuando escribió el artículo? ¿Lo releyó varias veces para encontrarle sentido? ¿Indagó mínimamente en la realidad que se vive en las escuelas y en las características de la educación de hoy en día? ¿Sabe que estamos en el siglo XXI y los niños no son los mismos que había en las escuelas en el siglo XX? ¿Sabe realmente lo que está diciendo?

Como el artículo no tiene desperdicio en cuanto a juicios de valor propios de quien no sabe qué está diciendo, interpreta de unas palabras de la UNESCO que el maestro va a pasar a ser irrelevante. Pero ¡qué dice usted! ¿Cómo puedes hacer esa interpretación? ¿Cómo se puede afirmar que el maestro pasa a ser prescindible?

Sé que estamos ante un artículo de opinión y, por tanto, no hay una investigación detrás del mismo, pero no se pueden escribir frases como las anteriores y quedarse tan ancho. O esta que pone al final: Sólo quien ha sido enriquecido por una experiencia de autoridad puede alcanzar una madurez que le permita afrontar y juzgar la realidad de forma crítica. O sea, que si no hay una experiencia de autoridad, como él la llama, no se puede tener una conciencia crítica, por ejemplo. Cuando en un debate en clase con los niños se trata de aspectos ecológicos y el maestro modera dando el turno de palabra, participando como uno más, y se generan cientos de propuestas, ideas singulares y colectivas, que se plasman en una propuesta colaborativa ¿para qué hace falta la autoridad? Mejor dicho ¿qué autoridad hace falta aquí?

En fin, el artículo es un sinsentido total, que queda rematado con una mención de pasada a una de las claves de todo lo que parece ser -sólo es una hipótesis- que quería decir el autor sobre la autoridad: la familia. Sepa, señor De Prada, que las claves del posible deterioro de la autoridad del maestro vienen propiciadas por los cambios que se están produciendo en la sociedad y en las familias en los últimos años. Son estas últimas las que tienen en sus manos que las personas adultas -no sólo los maestros- sean consideradas por sus hijos con respeto, que sean responsables de lo que hacen, que cuiden el entorno, que acepten lo que de forma razonada les dicen los mayores, que obedezcan, etc. Este es el dardo al que debía ir dirigido el artículo. Le sugiero un nuevo título: Padres sin autoridad.

Si usted tiene razón en lo que dice, yo como maestro he sido un desastre, he perdido el tiempo con mis alumnos y además, parece ser, que los he hecho unos desgraciados. Resulta que mi pedagogía ha sido siempre resolver problemas de forma colaborativa. El trabajo en grupo ha propiciado debates, reflexiones críticas, intercambios de ideas, etc. Como docente, además de presentar los contenidos, moderaba, supervisaba, aconsejaba, guiaba, daba pautas, etc., y apoyaba que todos se sintieran parte de lo que estaban haciendo. Mis alumnos han sufrido la tragedia de no haber podido vivir conmigo una “experiencia de autoridad”. Así que llevarán en su formación esta terrible lacra mientras vivan. Eso sí, mis alumnos de Infantil y de Primaria fueron felices, se lo aseguro, aprendieron a convivir, a resolver problemas y tomar decisiones para ser buenos ciudadanos y contribuir a un mundo mejor.

Termino con una pregunta:  ¿qué es un maestro con la autoridad que usted demanda, señor De Prada? Un docente que cuando habla hace temblar a todo el mundo en el aula o el que dice lo que hay que hacer sin provocar reflexión u opiniones en contra porque si no “hay que atenerse a las consecuencias”. Si es así, yo no quiero maestros de este tipo en la educación de mis nietos, porque por suerte mis hijos tuvieron maestros que se ganaron la autoridad con cariño, comprensión, empatía y respeto.

 

Artículo completo de Juan Manuel de Prada en:

“https://www.xlsemanal.com/firmas/20190930/maestros-sin-autoridad-juan-manuel-prada.html

Autor: Administrador

Profesor titular de universidad Área de Métodos de investigación y diagnóstico en educación Universidad de Jaén

2 opiniones en “Otro escritor experto en educación”

  1. Tras leer su reflexión acerca del artículo publicado del señor De Prada y, aunque suene repetitivo, estoy totalmente de acuerdo con usted.
    Hace unos meses me apunté a un Taller de escritura en la Universidad de Jaén, el taller está compuesto por cuatro talleres. En el primer taller de relatos, lo realizó el escritor Guillermo Busitil, tras una larga charla, comenzó la rueda de preguntas y aquí llega lo que quiero compartir con usted.
    Le dije que el problema que tiene el periodismo y en sí la sociedad de hoy día, es que todo vale. Personalmente considero que no todo en esta vida es válido, exactamente es lo que sucede en este artículo, ¿por qué una persona que no es ni docente, ni pedagogo, es un escritor, realiza este artículo? Porque en este país, todo vale.
    Un Saludo.

  2. Estoy de acuerdo en muchas de las opiniones que planteas en el artículo, y es que parece que la educación es un área donde todo el mundo puede permitirse creyendo poseer la verdad absoluta. ¿Acaso haber ido a la escuela como alumno te hace experto en educación?
    Creo que existe un gran intrusismo laboral en la profesión, y se suele tachar a lo docentes de charlatanes a pesar de que nuestra metodología de trabajo esté basada en teorías científicas, investigaciones y experiencias contrastadas.
    Por otro lado, creo que no debemos olvidar aplicar la auto critica para alcanzar el prestigio que deberíamos tener en nuestra profesión, puesto que hay que reconocer que a pesar de los grandes esfuerzos que hacen día a día los educadores hay mucho que mejorar y una parte de este cambio reside en nosotros.

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