¿Desprecio a la profesión de maestro o ignorancia?

nino-y-maestraTras leer los titulares que diversos medios informativos han dedicado a las recientes palabras del presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González,  me inclino en pensar que lo que este político tiene y los que le rodean y asesoran es ignorancia de lo que significa ser maestro. Uno de estos titulares dice así: Madrid pedirá que los titulados universitarios sin magisterio puedan opositar a maestros. O sea, ampliar el acceso a las pruebas de maestro a titulados universitarios que no hayan recibido formación de Magisterio, de manera que puedan ejercer como tales.  ¿ Y para qué? Pues parece que para mejorar la calidad. Aquí me pierdo, porque se supone que la calidad depende de la preparación de los profesionales que ejercen la labor de enseñar. Si pones al frente de un aula a una persona que no se ha preparado para tal función ¿cómo podrán ir mejor las cosas? Sería algo así como que para mejorar la medicina se permita que la ejerzan, tras la superación del MIR, profesionales como enfermeros o biólogos. Increíble, qué idea más potente ¿se le habrá ocurrido al señor González sólo o en largas sesiones de debate con sus asesores?

Optimizar la forma de acceder a los estudios, es buena idea; exigir mejores notas a los que quieran ser maestros, es buena idea; modificar los planes de estudio, es buena idea; mejorar el sistema de acceso a los estudios de magisterio, es buena idea; reorganizar el modelo de Practicum, es buena idea; mejorar el sueldo de los maestros tras tantas exigencias, es mejor idea. Pero, señor Ignacio González y asesores, que cualquiera pueda ser maestro sin estudiar magisterio, es una pésima idea. Y lo peor, como decía al principio, una gran ignorancia. Porque lo que se necesita para ser un buen maestro es una formación especializada en pedagogía y grandes dosis de vocación. Especialmente sin esto último no se puede ser maestro.

En este tipo de propuestas hay un gran desconocimiento de la profesión de maestro y mucho desprecio a la misma.

 

La noticia en dos periódicos:

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/04/22/madrid/1398168019_167986.html

http://www.elmundo.es/madrid/2014/04/22/53564741e2704e20518b456c.html

 

Educación, informe PISA y violencia de género

imagesHace unos días se ha hecho público un informe de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE (FRA), basado en una encuesta realizada a 42000 mujeres de 28 países de la UE. En ella se pone de manifiesto que un tercio de ellas, entre 18 y 74 años (unos 62 millones) ha sufrido algún tipo de abuso físico, una de cada diez ha sido agredida sexualmente y una de cada 20 ha sido violada alguna vez en su vida.

No voy a entrar en el hecho de que en muy pocos casos esto se denuncia, ni en la falta de leyes europeas que protejan de manera explícita y sin rodeos los derechos fundamentales de las mujeres, voy a hacerlo en la relación contradictoria que encuentro entre violencia y educación. Me explico. Resulta que los países con más violencia de género son Dinamarca, Finlandia y Suecia, curiosamente con sistemas educativos muy bien situados en el ranking que nos ofrece el Informe PISA. En especial, Finlandia, que aparece como primer país europeo en el listado en competencia lectora, matemática y científica ¿y qué hay de la competencia ciudadana?

El porcentaje de mujeres que aseguran haber sido víctimas desde la edad de 15 años de violencia física o sexual por una pareja actual o pasada es del 52% en Dinamarca, del 47% en Finlandia y del 46% en Suecia. Holanda (45%), Francia (44%) y Reino Unido (44%) son otros de los países donde más mujeres reconocieron haber sido víctima de violencia. España, que en el Informe PISA está en un puesto alejado de la cabeza (33), sólo tiene un 22% de violencia, que siendo mucho, está muy por debajo de países que en materia educativa nos llevan ventaja.

Desde mi humilde formación como orientador y tutor, siempre he defendido la educación integral como la base de cualquier sistema educativo que se precie ¿para qué queremos ciudadanos que son un prodigio en sus profesiones si en un alto porcentaje menosprecian a sus parejas, las agreden y abusan de ellas? Las mismas estadísticas que valen para una cosa, son igualmente válidas para otras.

Cuando analizaba recientemente con mis alumnos el modelo educativo finlandés veíamos tras un sistema moderno a familias preocupadas por sus hijos, implicadas en su educación y en contacto permanente con los centros. Pero con estos nuevos datos, he llegado a la conclusión de que esa envidiable educación finlandesa esconde una obsesión por el rendimiento académico y descuida de manera imperdonable la formación de las personas en valores básicos en la sociedad actual, como son el respeto al otro, la tolerancia y la igualdad de género. En el ámbito familiar se vislumbran matices de desequilibro, inestabilidad, machismo y una preocupación por los contenidos instrumentales por encima de la formación del ciudadano en todas sus vertientes. Los años de ventaja en esta materia son sólo fachada, pura estadística, porque la violencia de género destruye cualquier tipo de consideración.

Ese porcentaje del 12 % de niñas europeas que ha sufrido algún tipo de abuso sexual y que a la cabeza estén, entre otros, Noruega, Finlandia, Suecia, Holanda, Francia o Reino Unido, me hace pensar que tal vez la LOGSE o la LOE no hayan sido leyes tan malas como algunos políticos cuentan y hayan servido para poner las bases de la formación en ciudadanía, algo que el PP se ha cargado de cuajo en estos años y mucho más con la entrada de su retrógrada LOMCE ¿Pensarán, tal vez, que el modelo finlandés es mejor?

Lo que no se debe hacer en una entrevista de trabajo

Hace unos días recorrí algunas empresas con un familiar en busca de trabajo. Iluso de mí le iba hablando sobre la posibilidad de que pudiera recibirlo alguien del Departamento de Recursos Humanos. Además, le iba previniendo si, por algún motivo, le hacían una entrevista de trabajo. Era evidente que no sería sobre la marcha, pero por si acaso. En cada una de las empresas que visitamos nos ocurrió lo mismo: ¿Trae usted el CV? Déjemelo, yo soy el encargado, en caso necesario ya lo llamaremos. Era el conserje.

Por si puede servir de referencia a alguno de los que buscan trabajo y tienen la suerte de enfrentarse a una entrevista, incluyo a continuación un breve artículo que he encontrado en http://www.equiposytalento.com/noticias/2013/09/26/siete-cosas-que-no-hay-que-hacer-en-una-entrevista-de-trabajo

Siete cosas que no hay que hacer en una entrevista de trabajo

Preguntar por el salario o criticar a los jefes anteriores son algunos de los malos ejemplos


26/09/2013

A la hora de buscar empleo una de las situaciones que más preocupa a los candidatos es la entrevista. Generalmente, las personas se preparan con anticipación, buscan la ropa más adecuada, investigan sobre la empresa y elaboran posibles preguntas y respuestas, lo que sin duda es fundamental para estar seguro y tranquilo en el proceso de selección.

Aunque consideres que eres la persona idónea para el puesto y conozcas el trabajo a desarrollar, si no eres capaz de proyectar lo mejor de ti mismo y todos tus conocimientos, no servirá de nada, por eso una adecuada preparación, será la clave del superar esta fase. Es fundamental que te comuniques con claridad, que des una respuesta verídica sobre las preguntas que indagan sobre cuestiones académicas y experiencia laboral. Recuerda que en el tiempo que dure tu entrevista tienes la oportunidad de darte a conocer y presentarte como un candidato atractivo para el empleador.

Trabajando.com ofrece los errores más comunes de los candidatos a la hora de responder a las preguntas del evaluador.

1. No hay nada que dé peor impresión que llegar tarde. Antes de comenzar ya estás ofreciendo una mala imagen de ti.

2. Nada más iniciar la entrevista, preguntar el salario. Es evidente que es un tema importante; pero debes dejarlo para el final y mostrar mayor interés en las motivaciones y expectativas del trabajo. Frases como: “Necesito saber el salario, para mí eso es lo principal” o “Antes de empezar quisiera saber ¿cuál es el salario de este trabajo?”, no son positivas y pueden eliminarte del proceso directamente.

3. Hablar mal del jefe o los compañeros de tu anterior trabajo. “Mi jefe no sabía tratar a las personas” o “mi jefe era un inepto” son afirmaciones muy peligrosas que aunque puedan ser ciertas, difícilmente te ayudaran.

4. Responder sobre las debilidades y fortalezas cosas que no tienen relación con la oferta, que no dicen nada de ti en el ámbito laboral o que son cuestiones excesivamente personales que no es necesario que compartas con el entrevistador.

5. Provocar interrupciones. Asegúrate de tener el móvil apagado. En el momento de la entrevista no debe de haber nada más importante que la propia entrevista.

6. Responder de forma muy escueta o de manera muy extensa. Debes ser concreto, directo y con ideas claras. Practicar previamente posibles respuestas, te ayudará a argumentar de mejor forma tus opiniones.

7. No te muestres desanimado ni pesimista. No es el momento ni el lugar para ello, todo lo contrario. Energía y entusiasmo es lo que se busca en los candidatos.

Javier Caparrós, director general de Trabajando.com España, señala: “Es importante que vayas preparado, con ideas claras y ordenadas. Una de las preguntas más comunes y que brinda información relevante del candidato es: <¿Por qué consideras que eres la persona idónea para el cargo?>. En esta respuesta debes ser específico sobre tus habilidades y fortalezas, y dar a conocer el valor añadido que aportas tanto para el cargo como para la empresa”.

Caparrós agrega: “Si bien es necesario que demuestres seguridad y confianza en ti mismo, existen aspectos que comunican y no necesariamente son tus respuestas. La puntualidad, la formalidad o tu lenguaje no verbal son aspectos que aportan información relevante del tipo de profesional que eres. Recuerda que esta oportunidad es la primera impresión que el evaluador tendrá de ti y será determinante en la decisión que tome”.

Un hito histórico: el comienzo de las clases en la UJA

En este curso 2013/2014 las clases comienzan en la UJA el día 9 de septiembre. Que yo recuerde, no existen precedentes históricos en los que la universidad echeDOCU_IDEAL a andar antes que en Infantil, Primaria o Secundaria. Es decir, somos los primeros. El cambio de modelo obedece a un nuevo sistema de reparto del tiempo académico y, de manera especial, a la moficación drástica del periodo de exámenes. Desde mi punto de vista esto no es acertado, porque probablemente los nuevos periodos favorezcan las cuestiones administrativas, pero penalizan las pedagógicas. Me explico. El alumno que suspende una materia en los exámenes de mayo-junio dispone sólo de dos semanas para preparar los de junio-julio. Y puede que ni esto, puesto que el profesorado tiene oficialmente 15 días para corregir los exámenes y, en los casos de clases numerosas, es fácil que se agote este tiempo.

Me decía una alumna en mi despacho la semana pasada: “Antes disponíamos del verano para preparar las materias suspensas. Era ya un problema nuestro que lo hiciéramos o no, pero ahora esto ya no es posible”.

Los plazos de aprendizaja y asimilación requieren un tiempo, lo que no se estudia en un cuatrimestre no puede hacerse en 15 días, pero sí en dos meses. El proceso se podría complementar con indicaciones de estudio por parte del profesorado, dirigidas a la preparación de las asignaturas suspensas en el tiempo estival. Se mantendrían así los exámenes de septiembre, planificándolos desde el mismo día 1. Pero igualmente deberían buscarse nuevas estrategias de matriculación que facilitasen que a finales de septiembre todos los alumnos estén ya listos para iniciar el nuevo curso académico. Esta fecha es más lógica y eficaz que hacerlo a principios de mes cuando, en muchos casos, ni se ha contratado el profesorado necesario.

El tiempo dirá lo acertado o no de la medida.

 

Formarse para el paro o para la emigración

Era una noticia de hace sólo unos días: “Ecuador necesita a medio plazo 5 .000 docentes para dar clase a nivel infantil, así como de primaria, secundaria y bachillerato, y un medio millar de docentes universitarios…”. El titular decía “Ecuador ofrece trabajo a docentes en España”. Quien nos lo iba a decir a los arrogantes españoles, que hace muy pocos años nos mostrábamos enfadados con la llegada de inmigrantes a nuestro país, un país que creíamos con una riqueza casi inagotable. Recuerdo la frase de “España va bien”, dicha con tal altanería y prepotencia que se exportó a todo el mundo ¿Y ahora qué? Se le podría decir a aquel político que tanto contribuyó a que aquella riqueza (efímera riqueza) se concentrara en torno a la construcción de viviendas. Al amparo de la misma se constituyó de forma paralela toda una legión de especuladores y unos banqueros irresponsables que dilapidaron la inagotable riqueza que aquel político postulaba en sus discursos. Y así llegamos al momento actual en el que encontramos un país arruinado y un nutrido grupo de ladrones que salpican las noticias de los medios de comunicación. Otros ladrones, más espabilados, están pasando desapercibidos porque dejaron bien preparada su salida del escenario especulador.

Pues bien, esta es la situación. Un país con un paro de un 26,26% tiene un gravísimo problema que debe atajar como sea. Y aquí viene mi reflexión y la noticia con la que comenzaba este post: estamos formando estudiantes para enviarlos al paro o para emigrar. Es decir, el estado español pone los fondos para formar a ciudadanos competentes en una determinada actividad y después son otros países los que les sacan el rendimiento. Esto en el mejor de los casos, porque la otra posibilidad es pasar a engrosar las listas del paro. Realmente, es muy, pero muy triste.

Todos lo sufrimos de manera más o menos cercana: hijos, primos, amigos, hijos de amigos, conocidos, etc. que se encuentran ya fuera de España. El hijo de un amigo, arquitecto técnico, está en Londres buscando trabajo, ahora sirve pintas en un pub y mejora el nivel de inglés hasta que le salga algo. El hijo de una vecina ya pasó por esto y ya ha sido contratado como ingeniero informático en una empresa que desarrolla software para la aviación inglesa. La hija de otro vecino es arquitecta y está haciendo sus primeros pinitos en el diseño de edificios en un despacho de Berlín. Una persona muy cercana a mi familia, ingeniero de caminos, desarrolla proyectos de construcción de centrales térmicas y de infraestructuras eléctricas en una empresa española afincada en latinoamérica. Y muchos otros están fuera de España buscando trabajo en lo que sea y, al final, terminan trabajando en algo distinto para lo que fueron preparados. ¿Sigo? Sería aburrido porque la lista no tendría casi fin. Y me refiero a los que están buscando trabajo o trabajando fuera de España, no digo nada de los sueldos que cobran, ni si están viendo cumplidas sus expectativas profesionales. Pero al fin y al cabo todavía es una minoría, porque el resto, o sea la inmensa mayoría, está en el paro. O, como medida paliativa, sobreformándose realizando uno o varios másteres que pagan como pueden, dados los costes de las tasas universitarias (de Wert prefiero no hablar).

El colofón final lo ponen noticias como la que da comienzo el post, la contratación masiva de personal de la enseñanza. O sea, nosotros formamos a los formadores para que estos formen en otros países. Y digo yo ¿no es esta una perversión del sistema? Nuestros maestros, nuestros profesores de secundaria y nuestros profesores de universidad estudian y se preparan para ser formadores de nuestros ciudadanos. Esa es la inversión del país, una buena formación que redunde en la mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos, no de ciudadanos de otros países. Porque no se trata de un hecho puntual, que un maestro se vaya a Ecuador a impartir clases, bien porque le apetezca el reto o porque desee cambiar de aires, sino que miles de maestros españoles se van a Ecuador a trabajar para formar a ciudadanos ecuatorianos porque, desesperados, no les queda más remedio.

Nuestros políticos, sí los políticos españoles, esos que no se dan por aludidos, deberían sentir cuanto menos vergüenza de esta situación y poner los medios para que los titulados mejor formados de nuestra historia puedan tener un trabajo digno y acorde con su formación aquí en España. Es evidente que el modelo económico vigente está trasnochado y no funciona, por lo que será necesario reinventar uno diferente en el que la nueva generación de gente formada pueda tener algo que decir ¿se avecina una revolución?

Redes sociales, universidad y empleo

formacionprofesional_linkedin-studentjobs-becas-para-estudiantes-y-empleos-para-recien-graduadosDesde hace años tengo una cuenta en la red LinkedIn (http://es.linkedin.com/) que me aporta relaciones con compañeros de otras universidades y con gente en general que tienen intereses profesionales similares a los míos. Cuando la descubrí pensé que era una buena idea que profesionales, expertos en materias concretas, pudieran tener una relación más continua y directa para compartir informaciones, pedir ayuda, etc. Mi cuenta http://www.linkedin.com/in/antoniopantoja se ha ido agrandando poco a poco y ahora tengo compañeros/amigos de muchas partes.

Hace unos días me llegó un enlace a un artículo titulado “Siete redes sociales para que universitarios y recién graduados busquen empleo”, que no tiene desperdicio. Se trata de facilitar el contacto con empresas a jóvenes estudiantes o recién graduados, para un mejor conocimiento entre sí y puedan aumentar las posibilidades de acceso al primer trabajo. Un bien escaso hoy en día. La novedad de estas nuevas redes sociales es que adelantan el futuro laboral, al plantear al estudiante desde el mismo momento que inicia sus estudios universitarios, que piense ya en qué hará cuando termine los estudios. Es decir, lo contrario de lo que hacen ahora la mayoría de los universitarios.

Una buena idea sería integrar en el Plan de Acción Tutorial de la universidad el acceso y buen uso de estas redes sociales, personalizando de acuerdo a las expectativas, intereses y formación del alumnado, las propuestas que se hagan. Hay muchas opciones: colgar el currículum y/o el videocurriculum, el perfil educativo y profesional, los  intereses, las habilidades y capacidades que se poseen, acceder a ofertas de empleo y, o más jugoso, tener un contacto directo con las empresas de cada sector. Sería muy interesante hacer un seguimiento desde que el alumno se inscribe en una red social al comienzo de los estudios hasta que los termina.

El artículo en cuestión se puede encontrar en:

http://www.consumer.es/web/es/educacion/universidad/2013/06/05/216945.php

Aprender de la historia

Cuando el ser humano pierde el respeto por sí mismo se convierte en un peligro para la humanidad. Y cuando esto se hace realidad, cuando se ven miles de cabelleras, maletas, ropas, enseres de todo tipo, etc. de aquellos pobres judíos o gitanos que los nazis masacraron mediante la maquiavélica maquinaria de exterminio que diseñaron, es cuando se siente de verdad un desaliento interior, una sensación de no poder hacer nada, y de forma instintiva se pronuncian preguntas sin respuesta ¿por qué? ¿por qué? A finales de marzo de 2013 he viajado a Polonia y he visitado Auschwitz-Birkenau. Más de un millón de personas fueron gaseadas y después incineradas en estos campos de exterminio recreados en películas como “La lista de Schindler” o “La vida es bella”. De cómo fueron aniquiladas, de las mentiras y de las calamidades que pasaron hasta que, al fin, pudieron morir como mejor remedio, dan cuenta los míseros pabellones de madera donde vivían en condiciones inhumanas, las cámaras de gas y de incineración, las torretas, las letrinas que relegan al ser humano a un despojo de sí mismo, uno de los vagones de los trenes de la muerte que los transportaban hacinados peor que si fueran animales,… en fin, todo.

Cuando pasé mi mano sobre las camas hechas con tablones de madera, sucias y carcomidas, tan excelentemente retratadas en la película “La vida es bella”, me acordé, con un aliento contenido y con las lágrimas saltadas, de las palabras del niño cuando entraba su padre en el barracón ¿Hemos ganado, papá? ¿Hemos ganado? Y me dije a mí mismo, ojalá esta horrible masacre haya servido para ganarnos el respeto por nosotros mismos. Este museo del horror atestiguará siempre lo que somos capaces de hacer los humanos.

La historia es dura en muchas de sus facetas, en su largo recorrido. El periodo nazi es un buen ejemplo de ello, pero también lo es la Guerra Civil española. Y los pedagogos y maestros tenemos la obligación de darla a conocer a nuestros alumnos, pero utilizando modelos educativos que logren llegar al sentimiento de ellos para que desarrollen el pensamiento crítico. Pasar por alto momentos históricos como el que he relatado no es bueno ni positivo para la educación en la convivencia, la democracia y la solidaridad, tan necesaria en cualquier persona. Evitaríamos así que algunos jóvenes piensen que la calidad de vida que hoy tenemos, que esta sociedad tolerante y de respeto en la que vivimos, ha salido de la nada, que ha estado siempre así. Para llegar a unos valores universales aceptados en todas las democracias modernas han hecho falta muchas guerras y sufrir grandes injusticias para aprender a reaccionar. La educación y la escuela, y, en consecuencia, el profesorado trabajando de forma colaborativa con las familias, deben ser quienes consigan que el niño además de aprender historia, aprenda de la historia.

Mis primeros días como maestro de Preescolar

El martes pasado, día 5 de febrero, tuve mi primer contacto con los maestros del flamante Grado de Educación Infantil en la Universidad de Jaén. Bueno, mejor dicho maestras, pues todas eran y son mujeres. No fue un choque porque sé por propia experiencia que la Educación Infantil es una etapa preferida para docentes del género femenino. Esos instantes ante aquellas futuras maestras me hicieron retroceder -ya sabía que pasaría- al año 1986 cuando llegué a Lopera destinado como maestro de Preescolar. Realmente cuando se aprueban oposiciones de maestro y se contempla todo un mundo por delante que explorar no se cae en la cuenta de lo importante que es ser maestro, ser docente, ser tutor.

Mi primer contacto con el loperano asilvestrado (creanme que no exagero) fue ciertamente estremecedor. Un aula repleta de niños de 4 años agarrados a las faldas de sus madres, berreando y moqueando a más no poder. ¡Y qué pulmones tenían!. Aquellos 30 zagales (no los 20 o menos de ahora) llenaron de llantos y lágrimas mi cerebro en el que fuera mi primer contacto con la docencia en mi querida Lopera. Nadie puede imaginar lo asalvajados que estaban aquellos niños (o a mi me lo parecieron). Niños capaces de arrancarle de cuajo un brazo a una muñeca con tal de no prestarla al compañero o de “jarruñar” como un gato al que se acercara a pedirle el balón, niños que usaban el camión para arrearle golpes al compañero y niños que arreaban patadas a diestro y siniestro porque querían todos los juguetes solo para ellos. También los había mimosos que se agarraban a mi pantalón con el gesto estremecido como si estuvieran en un lejano planeta de una apartada galaxia.

Los había de todos los tipos: egoistas, mimados, caprichosos,  juguetones, huraños, gritones, … Todos ellos pusieron en evidencia en aquellos primeros días esa paciencia que dice mi madre que tengo de nacimiento. Y es que por entonces el niño iba de la casa a la escuela sin pasar, salvo en honrosas excepciones, por la guardería. Me acuerdo de los días que Raquel estuvo de “hocico” (o sea enfadada) en un rincón sin moverse, sin decir nada y sin que yo supiera por qué o Alfonso que se pasaba berreando horas y horas días enteros de las primeras semanas de clase. Estas y otras situaciones concretas hicieron replantarme este oficio que elegí por vocación. En esos primeros días dije a mi mujer, compañera en el aula de al lado, que si los llantos perduraban, dejaba la escuela y me dedicaba a cualquier otra cosa. Y lo decía “casi” de verdad. ¡Cómo ignoraba lo mucho que iba a aprender de aquellos niños! ¡Ni cuánto iba a quererlos y a necesitarlos!.

Con imaginación y paciencia, pero con mucha, mucha creatividad, me los fui ganando. No era fácil, porque yo no era una seño, sino un tipo con bigote y pinta de serio. Encima, cuando se relajaron y empezaron a hablar, me decían “señorito puedo ir a…”. Eso sí que no, les dije, de señorito nada,… Antonio, Antonio a secas. Pues lo que me faltaba es que encima me dijeran señorito.

Me busqué unos guiñoles y con éllos los recibía cada día como si hablaran, después les contaba una historia del guiñol que esa mañana les había dado la bienvenida, y cantamos canciones, y nos reíamos, nos reíamos mucho. Es lo que más hacíamos esos días, reirnos. Pero fue cuando cesaron las hostilidades, aunque Alfonso seguía berreando a ratos al lado de la puerta de salida de clase. Después visitamos muchos lugares del pueblo, como la panadería, donde vieron cómo se hacían los bollos y los dulces y se mancharon de harina. Se diviertieron y aprendieron mucho. Pedimos que nos hicieran un arenero en el recreo y allí se lo pasaban en grande jugando. Bueno, se llenaban de arena (lógico) y algunas madres se enfadaron. Pero poco, sabían que sus hijos eran felices y ese es el mejor tesoro que puede tener un crío pequeño. Al poco tiempo algunas madres (en los pueblos casi siempre es la madre) me dijeron que qué les había hecho a sus hijos que ni querían desayunar por ir a la escuela. Y eso… eso… me llenaba de orgullo y me ilusionaba aún más en lo que estaba haciendo porque me señalaba el camino.

Y después vino, … pero después…. el aprendizaje de conceptos básicos y la preparación para la lectoescritura y el cálculo… esa es otra historia que también contaré algún día. Hoy lo que quería compartir con vosotros es que en unas pocas semanas se obró ¡un milagro!, todos formábamos una gran familia y a fe que a todos tomé como si fuesen mis hijos.

Es increíbel lo que yo aprendí de mis alumnos y lo que me acuerdo de ellos y de aquel bautismo en la educación de los más pequeños. Ahora que soy profesor de universidad y me encargo de formar a los futuros maestros de Infantil es cuando más orgulloso me siento de mis comienzos. Y digo a menudo con total convicción: todo profesor debería empezar la profesión de docente en Educación Infantil. Es una experiencia que marca y hace ver las cosas como son, la complejidad y la belleza que tiene educar al ser humano y comprender lo diferentes y lo parecidos que somos todos. Es la diversidad, la vida misma, la esencia del trabajo del docente.

El lenguaje oral en las escuelas: un gran olvidado

La primera vez que viajé a Latinomárica me sorprendí por lo bien que pronunciaban y manejaban el lenguaje los niños. En las escuelas que he visitado en Paraguay, Ecuador, Argentina o en Cuba, he comprobado cómo los alumnos con su acento típico, con su característica forma de hablar, con esa naturaleza lingüística propia del país, dominaban a la perfección la lengua castellana. Me entusiasma el vocabulario, la sintáxis, el uso de los vocablos propios de la zona, el tono tan característico de algunos países, pero especialmente me apasiona cómo pronunian a la perfección las palabras. He visto niños descalzos en Paraguay y Nicaragua que apenas alcanzan a ir algunas horas semanales a la escuela, que vendiendo chicles en los semáforos, me decían en un perfecto castellano: “Gringo, quieres chicle”. O “Gringo, querés vos chicle” en Argentina. Da lo mismo, los que no tenemos la piel oscura en Latinoamérica somos gringos. Lo cierto, es que mientras le doy unos miles de guarienes (1 euro= 5600 guaranís aproximadamante) al niño paraguayo le hago preguntas para oír algo de su vida, para escucharlo. Y me cuenta cómo está allí en aquel semáforo para ganar algo de plata para que sus papás y hermanos puedan comer. Todo lo dice despacito, en un tono de humildad increíble, pero lo que más me llama la atención es su madurez, esa responsabilidad infantil que les lleva a reír descalzos y haraposos, a estar alegres. “Mi mamá está cocinando en casa y mi papá recoge papeles. Mis hermanitos están también en los semáforos, pero otros van a la escuela ” ¿Pero cuántos sois en casa?” “Con mi papá y mi mamá somos diez. También vive con nosotros mi abuelita, que está ya muy viejecita”. “¿Cómo te llamas? “Mi nombre es Michel, señor”. “Dime algo en guaraní, Michel”. “Jajoecha peve”. “¿Qué significa, Michel”. “Hasta luego”. “Jajoecha peve Michel”.

El pasado jueves 10 de agosto leí en el País el artículo que os dejo a continuación y que me trajo a la memoria tantas y tantas historias vividas en Sudamérica en los últimos años con el patrón común del uso exquisito que hacen del lenguaje oral. Esos niños que deambulan por las calles, sin apenas más formación que la que reciben allí cerca del asfalto, hablan mucho mejor que nuestros mimados retoños, que tienen de todo y reciben las mejores enseñanzas de centros muy bien equipados y maestros con una formación excelente. Me gustaría que este post fuese una humilde aportacióno para llamar la atención a dirigentes educativos y maestros para que presten más atención al lenguaje oral, no ya sólo como una parte de la materia de Lengua Española, sino como una competencia básica de todo ciudadano: hacerse entender bien y entender a los demás. Pero con un perfecto dominio hablado de la lengua de Cervantes.

El artículo del que hablo es:  La enseñaza del dircurso oral (http://elpais.com/elpais/2012/07/18/opinion/1342603076_041548.html)

Siempre deja la ventura una puerta abierta en las desdichas para dar remedio a ella. (El Quijote, Cap. XV, 1ª parte)

Todos recordamos la polémica suscitada hace unos años por las declaraciones de la parlamentaria Montserrat Nebrera en las que se burlaba del acento de la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, por su condición de andaluza. Parecía desconocer la citada parlamentaria que no hay acentos mejores ni peores por haber nacido en Cádiz, en Pamplona o en Lugo; lo que sí existen, sin embargo, son variantes más apartadas de la norma estándar del español —¿las más cerradas?— que están desprestigiadas socialmente. Y estas pueden ser emitidas por hablantes gallegos, aragoneses, vascos, catalanes, pasiegos, etcétera, y también, más de lo deseable, por andaluces.

Es cierto que nuestra exministra no es un portento de la comunicación oral; no lo es no tanto por su acento andaluz cuanto por otras causas. Sabemos que hablar bien depende de la riqueza y adecuación léxica, de la forma de conectar unas ideas con otras, de la manera de manejar las pausas, de la capacidad de utilizar mecanismos argumentativos, etcétera, y en nada de ello mostraba una especial destreza. Pero no es esta la cuestión que ahora nos importa, sino la absurda polémica, atizada políticamente, que se produjo y en la cual nadie sugirió el plantearse qué se podría hacer para potenciar las destrezas orales de los españoles.

Por desgracia, la enseñanza del bien hablar se reduce en nuestro país a esos cursos impartidos a ejecutivos, con títulos tan directos como: Hablar bien en público, Cómo comunicarse bien en público…, en los que, como por arte de birlibirloque o de encantamiento, se pretende enseñar a hablar a sus “encorbatados” asistentes sin ir más allá de repetir, en todos los casos, las mismas cuestiones: a) La necesidad de luchar contra el miedo; b) La obligación de tener confianza en uno mismo y expresar las ideas con contundencia; c) El uso correcto de las manos y del cuerpo, etcétera, todas necesarias, pero insuficientes. Ante tal abandono, cabe preguntarse: ¿por qué en nuestros institutos y universidades no se enseña a los alumnos a afrontar situaciones de formalidad como entrevistas, exposiciones o discursos?

Se hace necesaria esa docencia que vaya de la práctica a la teoría y viceversa

Cuentan aficionados a la agricultura que, a veces, al intentar sacar el rábano de la tierra, por inexperiencia, lo hacen con tal fuerza que pierden su raíz, la parte más sabrosa, y se quedan con las hojas en la mano. Desde hace más de un siglo, en el estudio de nuestro idioma ha pasado algo parecido: se abandonó la vertiente más productiva, la práctica, en favor de la descripción sincrónica de sus estructuras (fonética, morfología, sintaxis y semántica). Los tiempos verbales, los pronombres personales, las oraciones de relativo (explicativas y especificativas) o la función de complemento directo o indirecto que el pronombre podía tener en determinadas oraciones han sido el centro de tal docencia. En la universidad, en la especialidad de Filología Española, tales contenidos se acompañaron de los estudios de la historia del español (su evolución desde el latín hasta nuestros días) y de su dialectología (estudios de los dialectos: andaluz, asturiano-leonés, murciano, extremeño…). Las disciplinas correspondientes a estos estudios no podían contemplar el aprendizaje de la lengua oral, que se abandonó a su adquisición espontánea por parte de los hablantes.

Bien es verdad que este estado de cosas no siempre fue así. La tradición de los estudios universitarios daba gran importancia a los contenidos retóricos, los cuales implicaban, entre otros menesteres, el aprendizaje de la lengua oral, de la práctica discursiva. Por ejemplo, un estudioso de la lengua española, M. Metzeltin, en 2003, explica cómo en el siglo XVIII Mayans y Siscar elaboró un Informe al Rei sobre el methodo de enseñar en las universidades de España (1767), solicitado por el secretario de Gracia y Justicia; en él propuso, entre otras cátedras, las de Retórica y Poética, e insistía en que los estudiantes tuvieran que aprender a interpretar, recitar, traducir y componer. Y cuando se habla de componer no solo se alude al redactar por escrito un texto, sino a su expresión oral también. Había, por tanto, unas disciplinas que incidían de forma directa en el dominio del lenguaje como medio de comunicación.

Deberíamos contar con las recientes disciplinas lingüísticas, en especial el análisis del discurso

¿Qué pasó? ¿Cómo se dejó de lado esta parte más productiva de la docencia? ¿Por qué en nuestras universidades, en el último siglo, no se nos enseñó a hablar en público? Si verdaderamente tal hábito venía potenciado por la tradición, ¿qué hubo de suceder para que se abandonara? Podemos decir que el camino del infierno al que se condenó tal adiestramiento estuvo empedrado de buenas intenciones, si bien estas, a veces, aun llevándose a cabo con moderación, conllevan demasiados inconvenientes. Aunque las hojas fueran necesarias, ¿por qué se abandonó la raíz del rábano, que es la parte más jugosa?

En el mismo artículo, Metzeltin nos especifica el origen del cambio: los nacionalismos nacidos de la Revolución Francesa y posterior dominio napoleónico. Estos exigían la “invención” de una lengua y de una literatura nacional, así como la “necesidad” de potenciar su estudio, lo que determinó que fuera el conocimiento de los distintos niveles (fonético, morfosintáctica y semántico) lo que, poco a poco, se iba incorporando a los programas de los diferentes tramos docentes. Hemos asistido, por tanto, a una revolución que no supo incorporar lo positivo del estado anterior.

Hoy se hace necesaria esa docencia que vaya de la práctica a la teoría (y he dicho bien) y viceversa, lo que requiere, entre otras cosas, programas con objetivos diferentes. ¿Se imaginan ustedes a un relojero que supiera descomponer un reloj, pero que no supiera armarlo? Pues a eso creo que llevó el hecho de centrar toda la atención del estudio de la lengua española en el conocimiento de las estructuras y planos sin pensar en esa otra parte creativa, tan necesaria.

¿Qué habrá que hacer, podemos preguntarnos, para ensamblar los dos tipos de conocimientos? El primer paso lo han de dar las autoridades académicas, quienes deberían saber —aunque no sé si lo sabrán— o deberían tener asesores que así se lo hicieran saber —aunque tampoco sé si los tendrán— que es posible una enseñanza de la lengua española que incluya determinados tipos de prácticas que conduzcan a un mejor manejo de la modalidad oral en situaciones formales. También sería conveniente que desde ministerios y comunidades se empiecen a potenciar proyectos de creación de materiales que faciliten esa enseñanza real de la lengua oral al profesorado de los distintos niveles. Para ello, contamos con los conocimientos aportados por las recientes disciplinas lingüísticas, en especial el análisis del discurso (las formas de iniciar una intervención, los marcadores que unen las partes de una exposición, los mecanismos para argumentar, la supresión de las muletillas, etcétera). No se trata, ni mucho menos, de prescindir de los conocimientos gramaticales, sino de enseñarlos imbricados con esos otros conocimientos que han de hacer que nuestros alumnos sepan enfrentarse a situaciones orales diferentes de las de todos los días y en las que tengan que unir varias ideas o argumentar sobre determinados temas. A partir del curso 2012-2013, en la Universidad de Almería —en el grado en Filología Hispánica— se impartirá una asignatura con esta finalidad.

En tanto no se cree de manera real tal necesidad de enseñar la lengua oral en nuestros centros docentes, seguiremos asistiendo perplejos a la dicotomía entre lo que dicen los boletines oficiales (con ese léxico seudocientífico y anglicado) sobre las destrezas orales y realmente lo que se enseña. Esto sí que es ciencia ficción.

Confiemos en que en la próxima polémica que surja acerca de lo mal que hablamos unos u otros, quiera la ventura “dejar una puerta abierta en la desdicha” para que en vez de incentivarla den “remedio a ella”. So pena que queramos seguir como estamos.

Luis Cortés Rodríguez es catedrático de Lengua Española en la Universidad de Almería.

Yo estudié en la pública

Llegaron las vacaciones estivales, acabó uno de los cursos con más sobresaltos de los últimos años. La crisis europea y española han acechado a lo público, como si en el servicio básico del estado a todos los ciudadanos estuviera la clave de todos nuestros males. Recortes y más recortes, amenazas y más amenazas, siempre a los más desprotegidos del sistema. Las medidas del gobierno penden sobre lo público como una espada de Damocles a punto de precipitarse sobre nuestras cabezas ¿Por qué? ¿Acaso tenemos los funcionarios la culpa de la crisis? ¿Somos de alguna manera responsables de que los mercados nos ataquen? ¿Tenemos algún tipo de vínculo con la vergonzosa gestión de algunas entidades bancarias que nos están arrastrando a la ruina? ¿Acaso los que nos dedicamos a lo público hemos tenido que ver con la especulación inmobiliaria?. Entonces ¿Por qué la escuela y la sanidad públicas tienen que pagar los platos rotos?

Estas reflexiones me llevan a reivindicar lo público como un valor que nuestra sociedad no puede perder. De manera especial, la educación pública. Toda mi vida de estudio desde el antiguo preescolar hasta la universidad y después cuando seguí hasta hacer la tesis doctoral, la he pasado en centros públicos, jamás estudié en ninguna institución que fuese privada. Y me siento muy orgulloso de ello por muchos motivos. El principal que les digo a mis hijos, que al igual que yo han cursado todos sus estudios en centros públicos, es que la educación no es amiga de adoctrinamientos, es un derecho de todos los ciudadanos que los hace más iguales, que los dignifica, que permite que la sociedad entre en el sistema educativo y sea partícipe de él. Cuando los alumnos pisan un centro público, la familia queda atrás y la escuela pasa a ser un espacio en el que no caben distinciones de ningún tipo. La educación actúa como niveladora de los desajustes del sistema social. Esto sólo lo consigue la escuela pública.  Todos debemos luchar porque este derecho no se pierda enmascarado en medidas que algunos políticos dan por irremediables.

Dice el refranero popular que “como muestra un botón”, aquí os dejo el vídeo siguiente en el que se ofrece una panorámica real de lo que es la escuela pública. Tomemos conciencia y no nos callemos. Sí, yo estudié en la pública y mis hijos también. Lo digo con orgullo.

YO ESTUDIÉ EN LA PÚBLICA