Antonio Alba Robles. Divulgación Científica en Biología Celular. Proyecto de Innovación y Mejora Docente de la Universidad de Jaén.
La unidad básica de la vida es la célula. De modo general, podemos decir que hay dos grandes grupos de células: eucariotas y procariotas.
La principal diferencia entre ellas es que en las eucariotas podemos encontrar el núcleo celular, un orgánulo con membrana que alberga y protege el material hereditario, el ADN. En general, las procariotas carecen de orgánulos membranosos.
Los organismos procariotas, como las bacterias y las arqueas, están formados por una sola célula. Sin embargo, las células eucariotas son la unidad básica de los organismos multicelulares como los animales, las plantas y los hongos, aunque también existen eucariotas de una sola célula, como las amebas y las levaduras.
El tamaño importa
Algo que llama la atención es el diferente tamaño entre las células procariotas y las eucariotas. Las procariotas son, por lo general, mucho más pequeñas. Pero ¿por qué?
La respuesta está en que el menor tamaño de las procariotas permite que las moléculas se difundan mejor por su interior, como los iones y los nutrientes que capturan o las sustancias que debe eliminar. En las células eucariotas, estos procesos se localizan en estructuras llamadas orgánulos.
Además, el pequeño tamaño de las células procariotas ayuda a que se dividan mucho y rápidamente. Por el contrario, las células eucariotas se dividen menos y su división depende de su función y de los tejidos en los que se encuentra. Incluso hay células eucariotas que no se dividen, como la mayoría de las neuronas.
Bacterias gigantes
¿Son todas las células procariotas más pequeñas que las células eucariotas? Como casi todo en la naturaleza, depende. Una célula procariota mide tan sólo una millonésima de metro, y una eucariota entre 10 y 100 veces más. Pero hay excepciones.
No hace mucho se ha descubierto la existencia de una bacteria gigante. Su tamaño es de, aproximadamente, 1 cm. Esta bacteria es más grande que algunos animales multicelulares, como por ejemplo los nematodos, que apenas llegan a los 3 milímetros.
¿Qué determina el tamaño de nuestras células?
El tamaño de una célula se define por su forma y por el espacio que ocupa su contenido, el llamado citoplasma. La membrana celular es la estructura que delimita el interior de la célula con su entorno.
En la especie humana, y en la gran mayoría de especies pluricelulares, las células tienen morfologías muy variadas y funciones muy diferentes unas de otras. Es más, el tamaño y la forma que tienen las células están estrechamente relacionada con las tareas que estas desempeñan.
Por ejemplo, una célula de la sangre, como un linfocito, es esférica y mide unas ocho millonésimas de metro, mientras que el cuerpo principal (el soma) de una neurona de forma piramidal del cerebro mide diez veces más.
La relación entre la estructura y la función
La encargada de dar forma y tamaño a las células es la evolución. Así, los diferentes tipos de células han ido surgiendo con el aumento en el número, la variedad y la complejidad de los procesos fisiológicos que ocurren en los organismos a lo largo de la escala filogenética.
Uno de los principios más importantes en la biología es la relación que existe entre la estructura y la función, sea una célula o una parte del cuerpo. Es decir, si no existe una estructura con una forma y unos componentes concretos, no puede ocurrir la función.
Puesto que un linfocito es pequeño y esférico, puede desplazarse por el sistema circulatorio y llegar a donde sea requerido para actuar como célula del sistema inmune. Y que una neurona se conecte con otros cientos o miles de neuronas depende de la presencia de su estructura ramificada (dendritas y axones).
Como dato curioso, hay neuronas en nuestro cuerpo que pueden llegar a medir más de un metro de longitud. Por ejemplo, aquellas cuya parte principal (el soma) se encuentra a nivel de la médula espinal y cuyas terminaciones neuronales controlan el movimiento de un músculo del pie.