Cómo la peste negra ha dejado huella hasta nuestros días

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Juan Jarillo Collado. Divulgación Científica en Biología Celular. Proyecto de Innovación y Mejora Docente de la Universidad de Jaén.

En el siglo XIV ocurrió una de las mayores epidemias jamás conocidas, la cual se estima que exterminó entre 70 y 200 millones de personas y redujo la población mundial casi en un 50%. Esta epidemia se conoció como la peste negra, muerte negra o peste bubónica, y fue causada por la bacteria llamada Yersinia pestis.

La población que sobrevivió a la peste lo atribuyó a la “obra divina”, pero hoy en día sabemos que fue gracias a la selección natural, que produjo una mutación en uno de los genes que condiciona la respuesta inmunitaria.

A lo largo de la historia, nuestro sistema inmune se ha ido adaptando en función de los factores externos a los que se enfrentaba, generando una respuesta específica para eliminar las amenazas que comprometen nuestra integridad como organismo. El caso de la peste negra no fue una excepción, y gracias a esta capacidad, nuestra especie perdura hasta hoy día, aunque a veces esta respuesta no es tan perfecta como esperamos.

Lo que nos dice la historia

Un estudio reciente revela cómo nuestro genoma se modela en función de las amenazas externas, concretamente frente a la peste negra. Para ello, se analizaron los restos de personas que perecieron antes, durante y después de esta epidemia. En estos restos se encontraron datos esclarecedores sobre la resiliencia frente a la enfermedad.

Después del análisis de los genomas de 516 individuos de la época, y en especial de los genes relacionados con el sistema inmunitario y las enfermedades autoinmunes, se descubrió que existe una mutación en el gen que codifica la proteína ERAP2. Dicho gen presenta dos variantes (haplotipos), la A y la B.

El haplotipo A se muestra a través de un alelo con carácter protector denominado C. Un alelo es la versión específica de un gen y, para cada gen, heredamos un alelo de la madre y otro del padre. Pues bien, el alelo C da lugar a que la proteína ERAP2 se sintetice de forma completa por unas células especializadas llamadas macrófagos. Estas células son capaces de ingerir a los patógenos y destruirlos.

La destrucción de Y. pestis por los macrófagos hace que las células muestren trozos de la bacteria a otras células, concretamente a los linfocitos T-CD8.  De este modo los linfocitos son alertados para reconocer y eliminar al patógeno. Además, el gen ERAP2 está asociado a la síntesis de una molécula concreta (citoquina) como respuesta a esta bacteria, de modo que aumenta el control de los propios macrófagos frente a la infección.

La otra variante, el haplotipo B, presenta el alelo T. Este alelo produce una proteína ERAP2 incompleta, lo que impide que nuestras células lleven a cabo una repuesta inmunitaria específica frente a la infección.

Así, se estima que los individuos que presentan dos copias iguales (homocigóticos) para el alelo protector tenían un 40% más de probabilidad de sobrevivir frente a la enfermedad de la peste negra.

¿Y cómo influye a día de hoy?

Como hemos visto, las variantes del gen que codifica la proteína ERAP2 condicionan la respuesta inmunitaria frente a esta bacteria. A pesar de la gran adaptación que se produjo frente a la infección, se ha observado en la actualidad que este condicionamiento del sistema inmune podría conducir a una mayor susceptibilidad frente a enfermedades inflamatorias crónicas o enfermedades autoinmunes.

Esto se debe a que la síntesis de la proteína ERAP2 es estimulada por diferentes patógenos, no solo el que provoca la peste negra, y por tanto regula la respuesta a las infecciones a través de los mismos mecanismos anteriormente comentados.

Sin embargo, esta gran respuesta adaptativa puede ser un arma de doble filo, ya que las personas que poseen el haplotipo A presentan un mayor riesgo de sufrir enfermedades autoinmunes como la enfermedad de Crohn u otras de tipo infeccioso.

Además, y también debido a la respuesta adaptativa, durante y después de la epidemia no solo se produjeron mutaciones en el gen que codifica la proteína ERAP2. Los investigadores del estudio mencionado mostraron que otro gen, el CTLA4, sufrió una mutación que en la actualidad está asociada con un aumento del riesgo de padecer artritis reumatoide o lupus eritematoso.

Como conclusión, además de las consecuencias negativas que pueden llegar a tener, las mutaciones asociadas a la evolución permitieron a nuestros antepasados sobrevivir frente a grandes amenazas, como la terrible epidemia de la peste que asoló al planeta.

Cerebro de mosquito, ¿de verdad es un insulto?

Mosca de la fruta. Vasekk / Shutterstock

Francisco José Esteban Ruiz, Universidad de Jaén

El cerebro de un mosquito es casi como el suyo y como el mío. Y no sólo porque esté constituido principalmente por neuronas, sino también porque los mosquitos son capaces de realizar funciones superiores y comportamientos avanzados que les permiten sobrevivir y reproducirse en su entorno.

Al fin y al cabo, la complejidad del sistema nervioso de un organismo no está del todo relacionada con la posición de la especie en la escala filogenética. Es decir, con el lugar que ocupan en la representación de las relaciones evolutivas entre diferentes organismos o especies. Esta escala o árbol filogenético se basa en la idea de que todos los seres vivos han evolucionado a partir de un ancestro común para dar lugar a todas las formas de vida. Así, los diferentes grupos de especies se han adaptado a la presión del medio ambiente al disponer, entre otras ventajas evolutivas, de un sistema nervioso más o menos complejo.

De modo general, podemos decir que existe una cierta tendencia a que los organismos más evolucionados tengan sistemas nerviosos más complejos que los organismos situados más atrás en la escala filogenética. Por ejemplo, un pez, que es un vertebrado que ocupa una posición digamos que más evolucionada en la escala filogenética, tiene un sistema nervioso más complejo que un invertebrado como una medusa. Y dentro de los vertebrados, los mamíferos tienen sistemas nerviosos aún más complejos que los peces.

Los pulpos son capaces de resolver problemas y aprender. Sigmund / Unsplash

Sin embargo, se dan excepciones a esta tendencia en la posición evolutiva. Hay invertebrados, como los pulpos, que muestran comportamientos más avanzados que otros invertebrados; por ejemplo, la resolución de problemas y su capacidad para aprender.

Otro caso singular es el de los cuervos, vertebrados que presentan un sistema nervioso menos desarrollado que el de los mamíferos pero que son conocidos también por su capacidad para resolver problemas y usar herramientas, además de por su extraordinaria memoria.

Y qué decir de las abejas, invertebrados que con un sistema nervioso mucho menos complejo que el de los vertebrados se comunican utilizando el lenguaje de la danza y muestran memoria espacial: pueden aprender y recordar la ubicación de las flores, y realizar cálculos simples en su búsqueda de néctar.

Moscas y mosquitos para estudiar el comportamiento

Hay especies de insectos, como las moscas y los mosquitos, que son excelentes modelos animales para investigar los mecanismos celulares y moleculares que producen determinados tipos de comportamiento.

Entre estas especies destaca la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster), que puede aprender y recordar información, asociando olores y sabores con eventos positivos o negativos. Además, es capaz de navegar y orientarse en su entorno utilizando señales visuales y otras pistas sensoriales.

La mosca de la fruta también exhibe comportamientos sociales: de agregación y comunicación entre individuos, de cortejo y apareamiento complejos y de salir pitando si hay una amenaza. Y las parejitas de moscas hasta llegan a sincronizar su comportamiento.

La importancia de conocer el mapa de un cerebro

Para establecer la relación entre la estructura del cerebro y las funciones cognitivas superiores (el comportamiento), lo ideal es conocer de antemano cuántas neuronas hay en el cerebro, cómo se distribuyen por zonas y cómo están conectadas.

Y esto no es nada fácil. Se estima (y sólo se estima) que en el cerebro humano hay unos 86 mil millones de neuronas y cientos de billones de conexiones entre ellas. Imaginen lo difícil que es llegar a conocer dónde exactamente está cada una, y cómo y con qué otras neuronas se conecta.

Aunque hay muchas menos neuronas en el cerebro de un mosquito (unas cien mil) o en el de la mosca de la fruta (alrededor de doscientas mil), tampoco se conocen ni su número exacto ni las conexiones que establecen, que seguro que son millones.

Pues bien, se acaba de publicar el primer mapa del cerebro de una larva de mosca, investigación que ha necesitado 12 años para detectar y caracterizar sus 3 016 neuronas y las 548 000 conexiones (sinapsis) entre ellas. Y sí, han estudiado una a una todas estas neuronas y sus miles de sinapsis.

Conectoma del cerebro de una larva de Drosophila. Science

La larva de la mosca, aun con menos neuronas y conexiones que cuando son adultas, también muestra un comportamiento complejo y la estructura de su cerebro es como la de sus mayores.

Desde el punto de vista funcional, los autores han encontrado que los circuitos cerebrales más activos en la larva son aquellos que están implicados en el aprendizaje. Y que sus técnicas de análisis, tanto experimentales como computacionales, pueden ser la base para obtener el mapa de otras especies.

E incluso proponen que el tipo de redes de aprendizaje detectadas pueden servir de inspiración para el desarrollo de nuevos algoritmos de inteligencia artificial.

Veremos a ver (interesante expresión coloquial) hasta dónde nos puede llevar conocer el mapa del cerebro de una larva de mosca. Nada despreciable es, pues, que nuestro cerebro funcione al menos como el de un mosquito.The Conversation

Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de Jaén

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

La hormona de la competitividad

Imagen generada con DALL·E

Francisco Torres López. Divulgación Científica en Biología Celular. Proyecto de Innovación y Mejora Docente de la Universidad de Jaén.

La competitividad es un rasgo humano común que nos empuja a superar a los demás y a nosotros mismos. Desde tiempos ancestrales, ha sido una fuerza motriz en la evolución y el desarrollo de nuestra especie.

Si bien son muchos y muy diferentes los factores que influyen en el comportamiento competitivo, algunas hormonas desempeñan un papel clave en este proceso. Entre ellas destaca la testosterona.

¿Dónde se produce la testosterona?

La testosterona es una hormona esteroide que se produce principalmente en los testículos de los hombres y, en menor medida, en los ovarios de las mujeres. Es bien conocida por sus efectos sobre el desarrollo sexual, la función reproductiva y la construcción de la masa muscular.

En cuanto a los tipos celulares que la producen, principalmente son dos: las células de Leydig y las células de la teca.

Las células de Leydig se encuentran localizadas en los testículos y son las principales productoras de testosterona en los hombres, producción que, a su vez, es estimulada por la hormona luteinizante (LH).

La LH es liberada por una glándula cerebral, la pituitaria, en respuesta a la liberación de otra hormona, la hormona liberadora de gonadotropina (GnRH), que también se produce en el cerebro, en concreto en una estructura denominada hipotálamo.

Por otro lado, las células de la teca son las principales productoras de testosterona en las mujeres. Estas células, que están presentes en los ovarios y participan en el desarrollo de los folículos ováricos durante la pubertad, producen testosterona a partir del colesterol y también bajo la influencia de la hormona luteinizante (LH).

Como puede comprobarse, los niveles de testosterona están relacionados con la producción de hormonas en el cerebro.

Los niveles de testosterona varían según las situaciones de competitividad

Numerosos estudios han demostrado que los niveles de testosterona están asociados con comportamientos competitivos tanto en hombres como en mujeres.

Un aumento en la testosterona puede generar mayor asertividad, agresión y deseo de dominar en situaciones competitivas. También se ha observado que si resultamos victoriosos se elevan los niveles de testosterona, y que aumentan menos, o disminuyen, si sufrimos una derrota.

El efecto ganador y perdedor

Tras una victoria, el aumento tanto de la motivación como de los niveles de esta hormona se relacionan, a su vez, con una mayor probabilidad de implicarnos en nuevas competiciones.

Y no siempre que ganamos o perdemos en una competición lo hacemos con el mismo margen. Por lo general, se aplica el denominado “efecto ganador y perdedor”.

Este efecto consiste en que cuando obtenemos una victoria la ganancia de estatus se asociada a niveles de testosterona superiores, posiblemente para dar lugar a un comportamiento más agresivo y competitivo que permita mantener dicho estatus.

Por otro lado, si salimos derrotados se detecta menos cantidad de esta hormona, quizás para evitar comportamientos que puedan dar lugar a a salir peor parados.

Y esto se relaciona también con el margen por el que hemos ganado o perdido: si ganamos por muy poco margen, los niveles de testosterona tienden a aumentar en menor medida, o incluso en algunos casos a disminuir.

Así, al no aumentar tanto los niveles de testosterona, promovemos el hecho de evitar entrar en una nueva competición y nos protegemos de una posible derrota.

¿Y qué ocurre si salimos derrotados por la mínima? Pues que aumentan los niveles de testosterona que intentan motivarnos para recuperar el estatus. De ahí la sensación de rabia que sentimos en esas situaciones.

Nuestro estado emocional influye

Además, está claro que nuestra respuesta ante las victorias o derrotas está condicionada por nuestro estado de ánimo.

En este sentido, asociamos los resultados positivos a nuestro esfuerzo y los negativos a efectos externos. Y es por ello que solemos decir: “he aprobado” y “me han suspendido”.

Curiosamente, el hecho de que los niveles de testosterona aumenten menos cuando los resultados son muy justos podría relacionarse con atribuir nuestra victoria a factores externos, como la suerte, lo cual no ocurre en las victorias amplias.

Por último, es interesante destacar que las experiencias previas de cada persona generan un estado emocional que influye también en los niveles de la testosterona en las competiciones. Así, los individuos ganadores incrementan sus decisiones competitivas fruto de la acción de la testosterona, el anteriormente comentado efecto ganador.

Ciencia y poesía: El haiku, la naturaleza y el cambio climático

(IES Santa Catalina de Alejandría)

Elena Felíu ArquiolaUniversidad de Jaén y Francisco José Esteban RuizUniversidad de Jaén

El proyecto Explora IES, en la Universidad de Jaén, afronta el diseño e impulso de acciones para alumnado de niveles educativos no universitarios. El objetivo es proporcionar oportunidades y crear ambientes enriquecedores para el alumnado que participe.

Este proyecto se concreta en la oferta de pequeños proyectos de investigación adaptados a alumnado de 4º de ESO y de 1º de Bachillerato, relacionados con las líneas de investigación que esté desarrollando el profesorado de la UJA.

En la edición del curso académico 2022/2023, hemos llevado a cabo la actividad Ciencia y poesía: El haiku, la naturaleza y el cambio climático, en la que han participado 9 estudiantes de cuarto curso de la ESO del IES Santa Catalina de Alejandría (Jaén).

Los objetivos de este proyecto han sido los siguientes:

  1. Acercar a científicos poetas y a poetas que escriben sobre ciencia.
  2. Conocer los haikus y aprender a escribirlos.
  3. Concienciar sobre el cambio climático a través de la creación poética.

Como resultados:

  • Se han investigado las relaciones entre ciencia y poesía a partir de la lectura de artículos de divulgación.
  • Se ha buscado información sobre científicos que escriben poesía, como por ejemplo, María Cegarra, Carlos Briones y Roald Hoffmann.
  • Se han documentado sobre María Elena Higueruelo, una poeta de Torredonjimeno que estudió el Grado en Matemáticas y que recibió el Premio Nacional de Poesía Joven 2021.
  • Se han documentado sobre el haiku, un tipo de poema propio de la tradición literaria japonesa.
  • Han investigado acerca de sus características formales y temáticas.
  • Han leído ejemplos de haikus clásicos de la tradición japonesa.
  • Han conocido el libro de haikus sobre naturaleza y fotografía El jardín herido, de Dori Delgado, y la página web asociada al poemario.
  • Han investigado sobre autores que abordan en sus poemas la devastación de la naturaleza y el problema del cambio climático, como Ida Vitale, Jorge Riechmann, el festival Ecopoesía y el colectivo de “Poetas por el clima”.
  • Han creado sus propios haikus sobre temas de ciencia y sobre el cambio climático.

La inquietud y el buen quehacer de estas jóvenes promesas de la poesía han dado lugar al resultado que mostramos a continuación. Chapó.

Haikus

No llovía

Seco el verano
en la costa española,
la flor marchita.

Tragedia

La gente muere.
Terremoto en Turquía:
chocan las placas.

Respira

Planeta ahogado
talando su verde hoja,
bosque mundial.

Tarea

Escribo un haiku
en cinco, siete y cinco
para la UJA.

Cambio climático

Ciencia, mi musa,
inspiración humana,
sálvanos ya.

Incertidumbre

Un infinito, 
sin principio ni fin.
Raro, ¿verdad?

Carmelo Alba y Jorge Giménez
El mundo verde
que nunca valoramos
se vuelve gris.

El mar es vida,
el plástico es basura.
¡No contamines!

Darinka Suruby
Bosques en llamas.
Mil truenos en verano.
¿Qué sientes tú? 

Quiebra la voz
de la naturaleza
cada extinción.

Solo veremos
lo que fue del planeta
en un museo.

James Navarrete
Cambios

Con una gota
ayudas al futuro
de este planeta.

El pasado del planeta
En la memoria
se encuentran los recuerdos
de aquella infancia.

Soraya Rísquez
Uniones

Entre oleadas,
conjunto de mar y agua,
somos nosotros.

Ruido

Sonaba el viento
y bajo este silencio
varios susurros.

Lorena Cano
Instante

Hermosas flores
crecen en el jardín
lleno de vida.

Arrebatado
sin saber cómo ha sido.
Todo acabó.

Bella te quieren
pero poco te ayudan,
naturaleza.

Devastación,
un planeta sin vida.
¿Eso queremos?

Especie frágil
aunque buscan herir
a lo más bello.

Elena Martínez-Godino 
Mueren las rosas
y nosotros culpables
por cada pétalo.

Jimena Siles

Dolor neuropático y miembros fantasma

Fotografía artística sobre la ilusión e un miembro fantasma. (From Wikimedia Commons, the free media repository.)

Santos González-Albo Chacón. Divulgación Científica en Biología Celular. Proyecto de Innovación y Mejora Docente de la Universidad de Jaén.

El dolor neuropático es un tipo de dolor crónico que se produce cuando hay daño o enfermedad en los nervios que transmiten el dolor. Puede ser causado por una variedad de afecciones, como la diabetes, el cáncer, las infecciones, las lesiones traumáticas y las enfermedades neurodegenerativas. El dolor neuropático puede ser muy debilitante y afectar significativamente la calidad de vida de las personas que lo experimentan.

Se ha descrito que el dolor neuropático se caracteriza por una sensación de quemazón, punzada o entumecimiento en la piel, y puede ser constante o intermitente. Los investigadores también encontraron que el dolor neuropático puede ser difícil de tratar debido a la complejidad de su fisiopatología.

El dolor neuropático se produce debido a una disfunción en la forma en que el cerebro procesa la información del dolor. Los investigadores descubrieron que las personas con dolor neuropático tienen una mayor actividad en áreas del cerebro relacionadas con la sensación del dolor, incluso en áreas donde no hay daño físico evidente.

En términos de tratamiento, se ha detectado que los medicamentos anticonvulsivos, como la gabapentina y la pregabalina, pueden ser eficaces para aliviar el dolor neuropático. Los analgésicos opiáceos también pueden ser útiles, pero pueden tener efectos secundarios significativos.

En un estudio se encontró que las terapias psicológicas, como la terapia cognitivo-conductual, pueden ser útiles para reducir la ansiedad y la depresión en personas con dolor neuropático, que son comúnmente comorbilidades de esta condición.

Miembros fantasma

La relación entre el dolor neuropático y los miembros fantasma es un tema que ha sido objeto de numerosos estudios científicos en los últimos años. El dolor neuropático se refiere a un tipo de dolor que se produce como resultado de daño o enfermedad en los nervios. Los miembros fantasma, por otro lado, son sensaciones o percepciones en un miembro que ya no está presente o que ha sido amputado.

Investigadores de la Universidad de Manchester encontraron que el 75% de los pacientes con amputaciones traumáticas experimentan miembros fantasma, y que el 91% de los pacientes con amputaciones debidas a enfermedad vascular periférica experimentan esta sensación.

Además, el estudio también descubrió que los pacientes con miembros fantasma experimentan una mayor intensidad y frecuencia de dolor en comparación con aquellos que no tienen esta sensación.

También se ha detectado que los pacientes con dolor neuropático tienen más probabilidades de experimentar miembros fantasma en comparación con aquellos que no tienen dolor neuropático. Los investigadores sugieren que esto se debe a que el dolor neuropático puede cambiar la forma en que el cerebro procesa la información sensorial, lo que puede llevar a la aparición de miembros fantasma, como se ha descrito anteriormente.

En conclusión, el dolor neuropático es una condición crónica debilitante que se produce debido a un daño o enfermedad en los nervios que transmiten el dolor. Los estudios sugieren que las terapias farmacológicas y psicológicas son útiles para aliviar el dolor, pero que aún no se ha encontrado un tratamiento completamente efectivo. Es importante que las personas que experimentan dolor neuropático hablen con su médico para discutir las opciones de tratamiento.

Varios estudios científicos han encontrado una relación entre el dolor neuropático y los miembros fantasma. Los pacientes con dolor neuropático tienen más probabilidades de experimentar miembros fantasma, y la intensidad del dolor neuropático está relacionada con la intensidad de los miembros fantasma.

No obstante, aunque existe una relación entre estos dos fenómenos, aún no se comprende completamente la causa exacta de esta relación y se requieren más investigaciones para entenderlo.

¿Sirve mascar chicle para aliviar el estrés y para disminuir el apetito?

Shutterstock / PeskyMonkey
Francisco José Esteban Ruiz, Universidad de Jaén

Quien no se estrese que levante la mano. Y bien está que nos estresemos algún día y de modo puntual, pero con frecuencia sentimos que nos estresamos incluso varias veces en el mismo día.

En este sentido, y según la Confederación Europea de Sindicatos, el 60 % de los días que se pierden en el trabajo se relacionan con el estrés y los riesgos psicosociales. Es más, consideran que el estrés es una epidemia.

Y puesto que hay evidencias que apuntan a que el estrés puede contribuir al desarrollo de trastornos mentales como la ansiedad y la depresión, si no podemos controlar las situaciones que nos estresan, ¿cómo podemos al menos reducir el estrés que estas situaciones nos generan? ¿Sirve de algo, por ejemplo, mascar chicle?

Pues a mascar chicle

Un estudio reciente ha recopilado y analizado toda una serie de trabajos que se han llevado a cabo para demostrar si mascar chicle ayuda o no a reducir el estrés.

En este estudio, realizado mediante el procedimiento denominado metaanálisis, se concluye que mascar chicle, algo tan barato, tan a mano y tan bien tolerado por nuestro organismo, es un modo efectivo de reducir el estrés y la ansiedad. No obstante, también se indica que serían necesarios más estudios para su confirmación inequívoca.

¿Y cómo surte este efecto? Entre los trabajos analizados los hay que indican que una de las zonas del cerebro implicadas es la corteza prefrontal que, actuando sobre el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal y el sistema nervioso autónomo, participa en el control de funciones cognitivas tales como la atención y la inhibición de los impulsos.

En ese sentido, también hay estudios que indican que el propio hecho de mascar chicle y su sabor influyen sobre los niveles de cortisol, la hormona del estrés, producida por las glándulas adrenales. Es más, se podría considerar como un indicador de emociones positivas de ayuda en situaciones estresantes.

Mascar chicle y comer menos

Pero eso no es todo. Mascar chicle también reduce el apetito y hace que picoteemos menos, algo interesante a tener en cuenta si queremos comer poco. Concretamente, lo estudios indican que con 45 minutos mascando chicle podemos conseguirlo.

Además, también disminuyó la sensación de apetito en un grupo de personas que mascaron chicle sin azúcar después de 12 horas de ayuno. En ellas se detectó el aumento de una proteína relacionada con el glucagón, la GLP-1, que normalmente aumenta después de comer y que se propone como un factor de saciedad.

Sin embargo, es interesante destacar que otro estudio indica que mascar chicles de menta reduce las ganas de comer fruta, y esto, sin duda, afecta a la calidad de los alimentos que ingerimos.

Curiosamente, en el caso de quienes se han sometido a intervenciones quirúrgicas abdominales, el efecto de mascar chicle es el contrario: disminuye el tiempo que tarda en volver la sensación de hambre. Por eso se plantea usarlo como tratamiento postoperatorio no farmacológico que ayude a recuperar el apetito de estas personas cuanto antes.

Otros beneficios de mascar chicle

Aun con evidencias no del todo concluyentes, parece que los chicles sin azúcar, y concretamente aquellos con xylitol como edulcorante, ejercen un efecto complementario al cepillado de dientes que reduce la inflamación de las encías.

Y, en relación con los efectos secundarios de la quimioterapia en pacientes pediátricos, como las úlceras que pueden aparecer en la boca (mucositis oral), hay trabajos que indican que mascar chicle puede ser efectivo para reducir la mucositis moderada o leve.

Para terminar con otro ejemplo de los posibles beneficios de masticar chicle, recientemente se ha detectado que mascar chicle antes de una intervención quirúrgica disminuye la sensación de sed y se relaciona tanto con una menor incidencia de náuseas como de molestias en la garganta, ronquera y ganas de ir al baño después de la operación, además de un menor tiempo de hospitalización.

Eso sí, todas y todos tranquilos porque parece ser que, frente al estereotipo popular, tanto mujeres como hombres somos igualmente multitarea y podemos andar y mascar chicle a la vez.The Conversation

Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de Jaén

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

En las células el tamaño importa

Células del cerebelo. Atlas histológico UJA.

Antonio Alba Robles. Divulgación Científica en Biología Celular. Proyecto de Innovación y Mejora Docente de la Universidad de Jaén.

La unidad básica de la vida es la célula. De modo general, podemos decir que hay dos grandes grupos de células: eucariotas y procariotas.

La principal diferencia entre ellas es que en las eucariotas podemos encontrar el núcleo celular, un orgánulo con membrana que alberga y protege el material hereditario, el ADN. En general, las procariotas carecen de orgánulos membranosos.

Los organismos procariotas, como las bacterias y las arqueas, están formados por una sola célula. Sin embargo, las células eucariotas son la unidad básica de los organismos multicelulares como los animales, las plantas y los hongos, aunque también existen eucariotas de una sola célula, como las amebas y las levaduras.

El tamaño importa

Algo que llama la atención es el diferente tamaño entre las células procariotas y las eucariotas. Las procariotas son, por lo general, mucho más pequeñas. Pero ¿por qué?

La respuesta está en que el menor tamaño de las procariotas permite que las moléculas se difundan mejor por su interior, como los iones y los nutrientes que capturan o las sustancias que debe eliminar. En las células eucariotas, estos procesos se localizan en estructuras llamadas orgánulos.

Además, el pequeño tamaño de las células procariotas ayuda a que se dividan mucho y rápidamente. Por el contrario, las células eucariotas se dividen menos y su división depende de su función y de los tejidos en los que se encuentra. Incluso hay células eucariotas que no se dividen, como la mayoría de las neuronas.

Bacterias gigantes

¿Son todas las células procariotas más pequeñas que las células eucariotas? Como casi todo en la naturaleza, depende. Una célula procariota mide tan sólo una millonésima de metro, y una eucariota entre 10 y 100 veces más. Pero hay excepciones.

No hace mucho se ha descubierto la existencia de una bacteria gigante. Su tamaño es de, aproximadamente, 1 cm. Esta bacteria es más grande que algunos animales multicelulares, como por ejemplo los nematodos, que apenas llegan a los 3 milímetros.

¿Qué determina el tamaño de nuestras células?

El tamaño de una célula se define por su forma y por el espacio que ocupa su contenido, el llamado citoplasma. La membrana celular es la estructura que delimita el interior de la célula con su entorno.

En la especie humana, y en la gran mayoría de especies pluricelulares, las células tienen morfologías muy variadas y funciones muy diferentes unas de otras. Es más, el tamaño y la forma que tienen las células están estrechamente relacionada con las tareas que estas desempeñan.

Por ejemplo, una célula de la sangre, como un linfocito, es esférica y mide unas ocho millonésimas de metro, mientras que el cuerpo principal (el soma) de una neurona de forma piramidal del cerebro mide diez veces más.

La relación entre la estructura y la función

La encargada de dar forma y tamaño a las células es la evolución. Así, los diferentes tipos de células han ido surgiendo con el aumento en el número, la variedad y la complejidad de los procesos fisiológicos que ocurren en los organismos a lo largo de la escala filogenética.

Uno de los principios más importantes en la biología es la relación que existe entre la estructura y la función, sea una célula o una parte del cuerpo. Es decir, si no existe una estructura con una forma y unos componentes concretos, no puede ocurrir la función.

Puesto que un linfocito es pequeño y esférico, puede desplazarse por el sistema circulatorio y llegar a donde sea requerido para actuar como célula del sistema inmune. Y que una neurona se conecte con otros cientos o miles de neuronas depende de la presencia de su estructura ramificada (dendritas y axones).

Como dato curioso, hay neuronas en nuestro cuerpo que pueden llegar a medir más de un metro de longitud. Por ejemplo, aquellas cuya parte principal (el soma) se encuentra a nivel de la médula espinal y cuyas terminaciones neuronales controlan el movimiento de un músculo del pie.

Cómo hacer que nuestras células luchen contra el cáncer

Células de cáncer de mama. Imagen de dominio público obtenida por el Dr. Cecil Fox. National Cancer Institute. National Institutes of Health, USA.

Iván Rodríguez Arévalo. Divulgación Científica en Biología Celular. Proyecto de Innovación y Mejora Docente de la Universidad de Jaén.

El cáncer es una enfermedad que se produce cuando las células se dividen sin control alguno e invaden los tejidos de nuestro organismo. La gravedad puede depender tanto de los tejidos y órganos que invada como de la capacidad de las células cancerígenas de llegar incluso a zonas del cuerpo muy distantes de su lugar de origen.

Nuestro principal mecanismo de defensa frente a enfermedades, sobre todo las debidas a agentes externos como virus, hongos y bacterias, es el sistema inmune. Este sistema está formado por un complejo entramado de moléculas, células, tejidos y órganos que pueden reconocer lo extraño frente a lo propio.

Como las células cancerígenas pertenecen a nuestro propio organismo, los componentes del sistema inmune no las reconocen. Esto es debido a unas moléculas que actúan a modo de DNI celular, que son propias y diferentes para cada persona. De modo general, se agrupan en el denominado complejo principal de histocompatibilidad (histo = tejido) y de ahí la dificultad de encontrar órganos compatibles en los trasplantes.

Reeducar a los linfocitos T

Los linfocitos T son un tipo de células del sistema inmune que pueden reconocer lo extraño frente a lo propio y combatirlo. Puesto que estos linfocitos no atacan a las células cancerígenas, al reconocerlas como propias, en la lucha contra el cáncer se están diseñando unas moléculas llamadas CAR (de las siglas en inglés para receptores de antígenos tumorales), que detectan a componentes específicos del tumor. Con ello, ayudan a los linfocitos T a reconocer a las células cancerosas para que actúen contra ellas.

Las primeras CAR que se diseñaron sólo producían una respuesta débil en la lucha contra el cáncer. Sin embargo, las CAR de segunda, tercera y cuarta generación presentan una estructura que permiten que el linfocito T reconozca mejor a la célula tumoral. Estos nuevos y potentes complejos moleculares son los llamados “CAR dependientes de adaptador”. Además, con esta terapia se intenta que un mismo linfocito pueda reconocer varios tipos de tumores, lo que supone una mayor protección.

El problema de los tumores sólidos

El tratamiento con CAR funciona bien en pacientes con tumores sanguíneos, en los que las células están en un entorno líquido. Pero cuando los tumores son sólidos, pueden crear un ambiente mucho más adverso para ser reconocidos.

Por ejemplo, las células malignas pueden producir el llamado factor de crecimiento transformante, que hace que determinadas células del sistema inmune, en concreto los macrófagos, cambien su función y en lugar de activar nuestras defensas las desactiven.

Afortunadamente, se está diseñando otro tipo de CAR, en este caso para que reconozca a este factor de crecimiento. Así, un linfocito T que encuentre al CAR unido al factor podrá atacar al tumor que lo libera.

También se están desarrollando sistemas que permitan que los linfocitos, además de liberar las toxinas (citotoxinas) que producen para acabar con los invasores, también sean capaces de atacar a las células cancerosas con un complejo CAR-citotoxina que penetre en los tumores sólidos y actúe desde dentro.

Activando a otras células luchadoras

Otras células del sistema inmune, como los macrófagos y las células NK, también son objeto de estudio en este tipo de terapias en la lucha contra el cáncer.

Los macrófagos y las células NK pertenecen al sistema inmune y son capaces de reconocer y destruir a los invasores. Además, los macrófagos pueden ayudar a otras células, como los linfocitos, a reconocer a lo extraño.

Se están generando tanto macrófagos como células NK modificadas genéticamente con el fin de que muestren en su membrana moléculas CAR, lo que aumenta su eficacia como agentes antitumorales.

Aún queda camino por recorrer en el diseño de este tipo de terapias, y en la evaluación de su efectividad y seguridad, pero no cabe duda de que los resultados son prometedores.

Por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos

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Francisco José Esteban Ruiz, Universidad de Jaén

No hay ninguna duda de que reír –y sonreír– es bueno para la salud, tanto física como mental. Y un modo facilón de provocar la risa es recurriendo a las cosquillas. Hacer cosquillas, además, busca el acercamiento y el contacto físico, sobre todo con los peques de la casa. Y no cabe duda de que nos conduce a momentos divertidos.

Hay dos tipos de cosquillas

A finales del siglo XIX se describió que podemos percibir las cosquillas de dos modos diferentes, que se denominaron knismesis y gargalesis. La knismesis son las cosquillas suaves y ligeras, como las generadas por el roce de una pluma. La sensación es más bien de picor y no suele provocar risa. La gargalesis se refiere a las cosquillas más intensas, que producen risa cuando se hacen en zonas concretas del cuerpo.

Hay estudios que indican que con las cosquillas se genera una sensación u otra pero, generalmente, no ambas a la vez. Parece ser que porque los receptores sensitivos de la piel, y también las vías nerviosas asociadas, son distintos.

Las cosquillas intensas

Las cosquillas de tipo gargalesis, o sea, las de la risa, son más complicadas que las caricias tipo knismesis. Los estudios llevados a cabo apuntan a que la risa que aparece con las cosquillas es más bien consecuencia de un comportamiento social que de un reflejo, por ejemplo en la interacción entre madre e hijo, o en el preludio sexual.

Además, cuando se hacen cosquillas intensas entran en juego elementos de dominación y sumisión. Y hemos de tener en cuenta que la risa que provocan las cosquillas no implica que nos apetezca reír en ese preciso momento, pues también dependen del contexto y del estado de ánimo.

Como se ha indicado anteriormente, las cosquillas intensas sólo ocurren si se provocan en ciertas partes del cuerpo, principalmente en la planta del pie, las axilas, el cuello y la barbilla. Desde el punto de vista del comportamiento, ocupan un lugar propio al ser la única forma de contacto que hace reír. Y bien sabemos que no nos las podemos provocar a nosotros mismos. Pero, ¿por qué no?

Si me las hago no me río

Nuestro organismo se encarga de recoger y procesar la información sensitiva a través de un complejo sistema de receptores y vías nerviosas denominado sistema somatosensorial.

Cuando nos provocamos a nosotros mismos una sensación táctil, el sistema somatosensorial la percibe con menos intensidad que si la fuente de estimulación es externa. Todo apunta a que esto se debe a la diferencia de capacidad predictiva sobre las consecuencias que pueden tener las acciones autogeneradas frente a las acciones externas.

En otras palabras, nuestro cerebro interpreta un estímulo táctil propio como menos amenazador que uno externo. Y esto ocurre también con las cosquillas, tanto con las ligeras como con las intensas.

Midiendo las cosquillas

Hace un par de meses se publicó un estudio científico muy interesante cuyo objetivo era tratar de caracterizar la fisiología de las cosquillas intensas (la gargalesis) y su supresión por autoestimulación.

Participaron ocho chicas y cuatro chicos, con una media de edad de unos 30 años. Se agruparon por parejas que pertenecían un mismo círculo social para asegurar una, digamos, cierta familiaridad y facilitar el estudio.

Cada persona adoptó antes o después el papel de hacer o recibir las cosquillas según su propia elección. La respuesta a las cosquillas se cuantificó a partir de medidas acústicas, visuales y fisiológicas, y teniendo en cuenta la experiencia subjetiva de cada participante.

Se detectó que los cambios fisiológicos (en la circunferencia torácica y las expresiones faciales) aparecían simultáneamente unos 0,3 segundos después del estímulo, y la vocalización unos 0,2 segundos después. Tanto el tiempo de duración como las propiedades de vocalización se correlacionaron con la experiencia subjetiva: a más risa mayor sensación de cosquillas.

Cuando a cada persona se le pidió que realizase el gesto de hacerse cosquillas a la vez que las recibía de su colega, la sensación disminuía y la vocalización se retrasaba. Sobre todo si ella misma se intentaba hacer cosquillas de verdad.

Todo apunta a que, en general, cuando nos tocamos se activa en nuestro cerebro un mecanismo de inhibición y de supresión de la vocalización. Y de ahí que si te haces cosquillas a la vez que otro te las está haciendo disminuya el efecto, o que no te rías nada si sólo te las haces tú.The Conversation

Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de Jaén

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Ciencia y poesía: taller de haikus (III)

(Colegio Guadalimar)

Elena Felíu ArquiolaUniversidad de Jaén y Francisco José Esteban RuizUniversidad de Jaén

El pasado 16 de noviembre llevamos a cabo, en la Semana de la Ciencia 2022, la actividad Ciencia y poesía: taller de haikus, ofertada a estudiantes de los dos últimos cursos de ESO y de Bachillerato de cualquier modalidad (Ciencias, Humanidades y Ciencias Sociales, Artes).

Con este taller queríamos hacer ver al alumnado que, aunque parecen ámbitos alejados entre sí, ciencia y poesía pueden entenderse como dos maneras complementarias de conocer la realidad, dos aproximaciones al mundo que se interrelacionan y se nutren mutuamente. Ambas buscan el descubrimiento y ambas requieren intuición y creatividad, pero también trabajo y constancia.

Como muestra de esta interconexión, se presentaron al alumnado ejemplos de científicas y científicos que escriben poesía, así como de poetas con formación científica. Además, con la lectura de una selección de textos poéticos se constató que la ciencia constituye el tema de numerosos poemas tanto a lo largo de la tradición literaria como en la literatura contemporánea.

La parte práctica del taller consistió en la creación de haikus de tema científico por parte del alumnado. El haiku es un tipo de composición poética de tres versos, formada por diecisiete sílabas, que se caracteriza por captar el instante, por su sencillez expresiva y por su capacidad de generar emoción.

En este tercer taller nos acompañó un grupo de estudiantes de tercer curso de la ESO del Colegio Guadalimar de Jaén.

Con el permiso de las jóvenes poetas, y de sus profes, mostramos a continuación el resultado del taller.

Esperamos que os guste. Quienes estuvimos, lo pasamos genial.

Haikus

Tú, yo, nosotros:
moléculas unidas,
nexo sin fin.

Estrellas: son
los diamantes del cielo
que centellean.

Marta Marrero Paterna e Isabel Cubillas Mercado
Cigoto

Si interacciona
lo pequeño en común
produce vida.

Las letras

Crean palabras;
consonante y vocal
son unidad.

Carmen Cubillas Ramos y Paula Aranda Villar
Incompatibilidad

Agua y aceite:
por mucho que se intente
jamás unidos.
 
Encuentro

Un universo
mayor que nuestro mundo 
en tu interior.

María del Carmen Pérez e Irene Díaz
Compromiso

Mi vena amoris
directa al corazón.
Tomo tu anillo.

Marta Díaz, Mayte Campos y Carmen Anguita
La primavera

Las amapolas
florecen en sazón
en la pradera.

El sol

El sol arriba.
En la montaña está.
Reluce allí.

Los tigres

Competidores.
Los intensos rugidos
son protectores.

Isabel Rascón, María Moraleda, Carmen Hernández y Eugenia Caro
Cuando no estás

Pobres arterias:
se agrietan cuando saben
que te anhelo.

Begoña Cárdenas y Blanca Jiménez
Dicha oculta. 
La codicia me sigue,
he de hallarte.

Claudia Alhambra
Dulce mirada,
azul e infinita,
llena de luz.

Lucía Belmonte, Laura Luna y Carmen Oya
El camino

Montañas verdes
en las que fluyen ríos
por tu camino.

Ondas

Las ondas tuyas
son las palpitaciones
en este amor.

Nuestro brillo

Brillas conmigo,
como muchas estrellas
de madrugada.

Blanca Redrado, Aitana Alcázar, Belén Antequera y Patricia Zorrilla
Sakura: viento divino

La débil flor
poco tiempo presente.
Igual que el viento.

Cristina Luque y Amelia Hermoso
Viaje

Sube a la luna
y luego ven a casa
para encontrarte.

El nuevo día

La estrella nace 
en la buena mañana.
Viaja sin fin.

Rumor

Cuéntalo alto: 
que todos lo conozcan, 
que te lo cuenten.

María Lillo y Guadalupe Toranzos
El sol

Hermoso astro
que se levanta al alba
cada mañana.

La hortensia

Planean juntas
pequeñas mariposas
de azul y tierra.

La montaña

Verde y castaña
desde arriba se ve,
andando se halla.

Lourdes Castro y Ana Hortelano
El atardecer

Contempla aquella
estrella que se apaga
en un rincón.

Blanca Castillo
La eternidad

Mundos unidos,
universos abiertos,
amor eterno.

Marta Marrero