Ciencia y poesía: taller de haikus (II)

(IES Auringis)

Elena Felíu ArquiolaUniversidad de Jaén y Francisco José Esteban RuizUniversidad de Jaén

El pasado 16 de noviembre llevamos a cabo, en la Semana de la Ciencia 2022, la actividad Ciencia y poesía: taller de haikus, ofertada a estudiantes de los dos últimos cursos de ESO y de Bachillerato de cualquier modalidad (Ciencias, Humanidades y Ciencias Sociales, Artes).

Con este taller queríamos hacer ver al alumnado que, aunque parecen ámbitos alejados entre sí, ciencia y poesía pueden entenderse como dos maneras complementarias de conocer la realidad, dos aproximaciones al mundo que se interrelacionan y se nutren mutuamente. Ambas buscan el descubrimiento y ambas requieren intuición y creatividad, pero también trabajo y constancia.

Como muestra de esta interconexión, se presentaron al alumnado ejemplos de científicas y científicos que escriben poesía, así como de poetas con formación científica. Además, con la lectura de una selección de textos poéticos se constató que la ciencia constituye el tema de numerosos poemas tanto a lo largo de la tradición literaria como en la literatura contemporánea.

La parte práctica del taller consistió en la creación de haikus de tema científico por parte del alumnado. El haiku es un tipo de composición poética de tres versos, formada por diecisiete sílabas, que se caracteriza por captar el instante, por su sencillez expresiva y por su capacidad de generar emoción.

En este tercer taller nos acompañó un grupo de estudiantes de cuarto curso de la ESO del IES Auringis de Jaén.

Con el permiso de los jóvenes poetas, y de sus profes, mostramos a continuación el resultado del taller.

Esperamos que os guste. Quienes estuvimos, lo pasamos genial.

Haikus

Todo o nada

Lo forman todo
átomos y moléculas
sin excepción.

Paula Contreras, Ainara López y Ariadne Ramírez
Un año

Mi corazón
tan roto como unido
por ti, mi amor.

Claudia Calvache y Sofía López

Mirada

Los ojos son
un espejo y reflejan
tristeza y luz.

Alba Fornes
Neuronas

Ramas de árbol
que llevan savia en sí:
son las dendritas.

David Expósito
Enlace químico de la vida

Entre tú y yo 
existen conexiones 
inseparables.

Pablo Melchor

Belleza

Flores silvestres
hermosas y radiantes
en el asfalto.

Marco Infantes
Química del amor

Dos elementos 
causan algunas fórmulas:
somos nosotros.

Alejandro Sánchez

Evocación

La sinestesia:
colores que se viven 
con sus sabores.

La química del amor

El amor es
química cerebral
y neurológica.

Paula Martínez y Sara Filali
Bombeo

Cálculo es
el ritmo de mi amor
y su latido.

Karma

Me dejas ir,
marchar. No vuelvo más.
Mucho rencor.

Carlos M. Garrido, Alicia Roldán y Emma Rodríguez
Huir

Un amor tóxico
todo lo desintegra.
Hay gravedad.

Descubrimiento

Enamorarte:
explosión de colores
y mariposas.

Señales

Código morse:
idioma de navíos
entre la niebla. 

Salud Charte y Ángela Pizarro
Vivir

Tarde de invierno:
me levanto y aseo
triste y cansado.

Estación y color

Primavera es.
Florecerán las hojas
Feliz mi ser.

Vivencias

Niños que mueren. 
Familias destrozadas.
El mal aquí.

David Saravia y Antonio Santiago

¿Por qué nos da pereza hacer deporte, sobre todo al principio?

Shutterstock / New Africa
Francisco José Esteban Ruiz, Universidad de Jaén

Nadie pone en duda a estas alturas que hacer ejercicio es salud, tanto física como mental. Aun así, el nuevo Eurobarómetro sobre el deporte y la actividad física muestra que casi la mitad de la población europea no practica ejercicio alguno. ¿La razón? La mayoría alega que no dispone de tiempo, a lo que se suma en ocasiones la falta de motivación y la ausencia de interés.

Sin embargo, hay estudios que muestran que el tiempo deja de ser un motivo si tenemos el apoyo de la familia y de los amigos, o si sencillamente nuestro médico insiste en que nos activemos físicamente. Es más, estas investigaciones revelan que las personas que practican deporte con regularidad se organizan mejor el tiempo.

En realidad, procrastinamos

Especialistas en este campo indican que el problema de la gestión del tiempo no es tanto su escasez sino nuestra tendencia a la procrastinación. Procrastinar es un verbo últimamente de moda que, según la RAE, significa ‘diferir, aplazar’. Tiene su origen en el adverbio latino cras (mañana, el día siguiente).

Pues bien, resulta que casi la mitad de todos los estudiantes y alrededor de la quinta parte de los adultos se declaran procrastinadores severos y crónicos.

Ignoran, probablemente, que posponer nuestras tareas no solo puede llegar a ser contraproducente en el día a día profesional y personal, sino que además afecta a la percepción que tenemos sobre nuestra calidad de vida. Procrastinar produce ansiedad, depresión, estrés e insomnio, trastornos cuya frecuencia aumenta también si no se practica ejercicio. Al final, es la pescadilla que se muerde la cola.

No es pereza, sino una batalla interna

Lo normal es que asociemos la procrastinación con ser perezosos o incluso algo incompetentes. Pero la neurociencia nos dice que la procrastinación, en el fondo, se debe a una batalla interna biológica: la que libran nuestro sistema límbico y la corteza prefrontal, interconectados.

El sistema límbico incluye toda una serie de estructuras cerebrales relacionadas con la activación de las emociones. Es un sistema muy potente que, desde el punto de vista evolutivo, apareció en la escala filogenética antes que la corteza prefrontal.

En cuanto a esta región de la corteza cerebral, se encarga de generar comportamientos complejos tales como el razonamiento, la resolución de problemas y la cognición social. Por todo ello recibe el apodo de “centro de la personalidad” y se considera la estructura cerebral más evolucionada.

Ante una situación o tarea que nos pueda parecer poco agradable, procrastinamos porque el sistema límbico gana a la corteza cerebral. Elegimos sentirnos mejor en ese momento, preferimos la recompensa inmediata. Así pues, posponemos la tarea sin tener en cuenta que ese retraso pueda ser contraproducente y acabar generándonos malestar.

Shutterstock / LightField Studios

Ya entrenaré mañana

El ejercicio es particularmente susceptible a la procrastinación. Hay muchas personas que perciben la práctica deportiva como algo desagradable y aversivo. Detrás de esa aversión puede haber aburrimiento y frustración que, a su vez, son estupendos predictores de la procrastinación. Todo cuadra.

Además, hay estudios que indican que implicarse en una actividad física intensa tiende a llevarnos a un estado de activación poco agradable. Aunque muchos de nosotros experimentamos un mejor estado de ánimo después del ejercicio físico intenso, mientras lo practicamos no es tan agradable. La aversión inicial a ponerse en movimiento, y el estar tan a gusto en casita cuando nos planteamos la opción, nos puede llevar a la procrastinación.

Más actividad física y menos procrastinación

Un estudio reciente que incluía a 621 personas (274 mujeres y 347 hombres) entre 18 y 83 años de edad y que practicaban algún tipo de actividad física ha demostrado que con la práctica deportiva percibimos que tenemos mayor calidad de vida y mejor salud física y mental, y que somos menos propensos a procrastinar.

En este trabajo se detectó que si se practica ejercicio al menos 150 minutos por semana la percepción sobre la propia salud es mucho más positiva.

El poeta inglés Edward Young dijo: “El tiempo perdido es la existencia; utilizado es la vida”. Vivamos, pues, y no nos limitemos a existir.The Conversation

Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de Jaén

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Comer chocolate o pensar en sexo: cosas extrañas que nos hacen estornudar

Shutterstock / ViDI Studio

Francisco José Esteban Ruiz, Universidad de Jaén

Que hay una relación entre el chocolate y el sexo es algo que más de una vez hemos escuchado o leído en algún medio, incluso de carácter científico.

Y así parece ser: la frecuencia en el consumo de ese alimento es un buen predictor del interés por el sexo, principalmente en mujeres. Pero, atención, en sentido negativo: a las mujeres que comen más lo primero les interesa menos lo segundo.

La explicación puede estar en que el chocolate contiene feniletilamina, una molécula que estimula la producción de serotonina y dopamina y, así, genera en nuestro cerebro una sensación de placer.

Pero esta no es la única relación entre actividades a priori tan distintas. También tienen en común los estornudos, pues hay personas que estornudan cuando piensan en sexo o al comer chocolate.

Por qué estornudamos

El estornudo es una reacción fisiológica que actúa como mecanismo de defensa. Se debe a una irritación de las mucosas de la nariz o de la garganta y se produce por muy diversas causas. Los motivos más frecuentes son los virus del resfriado o de la gripe, el polen, el polvo y la contaminación.

Pero también podemos estornudar por otros motivos que, aunque parezcan más raros, no lo son tanto. Así, la luz del sol, algunos alimentos (como el chocolate), ciertos medicamentos, las emociones fuertes y el sexo también son motivo de estornudo.

Por cierto: a aproximadamente el 20 % de la población se le escapa uno cuando se le hurga la nariz para hacer la prueba de la covid. Y es importante tener esto en cuenta para que el personal sanitario y los familiares estemos preparados ante un buen espurreo que podría contener virus.

El estornudo fótico

El síndrome del estornudo fótico es una condición con base genética (autosómica dominante) estudiada desde hace décadas. También ocurre en una quinta parte de la población, que estornuda cuando el ojo se expone a una luz repentina y brillante, como la del sol al salir de un espacio con poca iluminación.

Aunque aún no se conoce con detalle el mecanismo por el cual se desencadena esta reacción, las principales hipótesis apuntan a que se produce una activación cruzada de vías nerviosas. Dicho de otro modo: que se cruzan los cables.

Por ejemplo, y sin entrar en detalle, una de las hipótesis indica que la luz brillante y repentina activa de un modo excesivo, a través de la retina, las vías nerviosas ópticas, exceso de información que se cruza a las vías trigéminas y genera las sensaciones que hacen estornudar.

Esos caminos cruzados también están implicados en otros trastornos como la migraña y los derivados del estrés psicológico. Por eso no ha sido una sorpresa detectar que las personas con el síndrome del estornudo fótico sufren más dichos trastornos.

Sexo y… ¡achís!

En un trabajo de revisión científica, llevado a cabo en 2008, se describió lo que los autores indicaron como “una respuesta curiosa en algunos individuos: estornudar cuando piensan en el sexo o en respuesta a un orgasmo”. En él comentan casos, ya estudiados desde finales del siglo XIX, como los de Wilhelm Fliess, un joven otorrinolaringólogo amigo de Freud que denominó a este fenómeno “neurosis refleja nasal”.

Aquí, el mecanismo causante parece ser un efecto sumatorio en el sistema nervioso parasimpático, hipótesis también tenida en cuenta para explicar el efecto fótico. Tal y como una estimulación parasimpática da lugar a una dilatación venosa y, por lo tanto, a la tumescencia del pene y del clítoris, el efecto sumatorio de activación nerviosa en estas personas puede provocar secreciones e irritación en la nariz que producen el estornudo.

Chocolate y estornudo neandertal

La relación entre el chocolate, el estornudo y los neandertales sólo la hemos encontrado publicada en un blog sobre genética. Así que, por nuestra parte, queremos señalar que no está contrastada y no se ha sometido a revisión externa como procedimiento científico habitual, pero nos parece interesante incluirla.

En dicha publicación se indica que entre el 20-30 % de la población estornuda cuando come chocolate negro con un porcentaje de cacao superior al 70 %. A estas personas se les asocia una variación genética que procede de los neandertales. También hay quien ha heredado de esta especie caracteres como el pelo rojo o una mayor capacidad de fecundación.

El autor del artículo en el blog apunta a que el mecanismo responsable es la estimulación del nérvio trigémino. En este caso se supone que por algún componente del cacao puro que irrita la mucosa nasal.

En una de sus greguerías, Ramón Gómez de la Serna dice que “las chispas son estornudos de Satanás”. Quién sabe si ya relacionaba el estornudo con el sexo y la gula.

Y ojo al estornudar, que le pueden preguntar en qué está pensando. ¡Salud!The Conversation

Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de Jaén

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Los trastornos mentales y el verano

Francisco José Esteban Ruiz, Universidad de Jaén

Algunos días nos sentimos con menos energía y de mal humor, sea primavera, verano, otoño o invierno, y esto le pasa a cualquiera. Pero hay personas que sufren trastornos mentales específicos que están relacionados con los cambios de estación, como la denominada depresión estacional. Y también las hay que, padeciendo una enfermedad mental concreta, como la esquizofrenia, ésta se les manifiesta con más intensidad en una estación dada.

Quienes trabajamos en conocer las bases genéticas, moleculares y celulares de las enfermedades y de los trastornos mentales bien sabemos que, en la mayoría de los casos, las variaciones estacionales dependen de alteraciones en el funcionamiento de nuestras células, de las rutas metabólicas y moleculares que en ellas se producen y, en última instancia, de nuestros genes, si bien aún queda mucho por conocer.

Depresión estacional

Un ejemplo claro de trastorno relacionado con los cambios de estación es el que así se denomina: el trastorno afectivo estacional (TAE). Se corresponde con un tipo de depresión que comienza y finaliza casi siempre en la misma época del año. Los síntomas de quienes sufren este trastorno suelen iniciarse en otoño, continúan durante el invierno y, afortunadamente, apenas se manifiestan durante la primavera y el verano. No obstante, existe un pequeño porcentaje de personas con TAE a quienes le ocurre lo contrario: se sienten deprimidas principalmente en primavera y verano, y los síntomas desaparecen en otoño e invierno.

Si bien los síntomas del TAE son similares a otros tipos de depresión, entre los mecanismos moleculares implicados se han detectado alteraciones en el ritmo circadiano (procesos que regulan el funcionamiento de nuestro organismo a lo largo del día y de las estaciones), en la sensibilidad de la retina a la luz, en el metabolismo anómalo de la melatonina, y en la disminución de la liberación de neurotransmisores, principalmente la serotonina.

Según los expertos, y por indicar algunos datos epidemiológicos, en la población en general la prevalencia del TAE se encuentra entre el 1-10%, con una frecuencia casi el doble en mujeres que en hombres y una aparición media entre los 25-35 años, decreciendo su incidencia con la edad. Como nos podemos imaginar, el TAE es más común en los países nórdicos como Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia, aunque también influyen otros factores como el clima, la dieta, y los sociales y culturales. Y, cómo no, los genes que heredamos o que se modifican a lo largo de nuestra vida, principalmente aquellos de los que depende un funcionamiento adecuado de los ritmos circadianos.

Otros trastornos

En relación con la estacionalidad de otras alteraciones mentales concretas, como el trastorno bipolar, la psicosis y la esquizofrenia, son interesantes los resultados detectados en un estudio llevado a cabo en Grecia entre 2013 y 2019, un país con latitud y clima similares al nuestro. El principal objetivo del análisis fue estudiar el efecto de la temperatura en los ingresos en un hospital de pacientes con estos trastornos. Pues bien, se detectó un pico en los ingresos por desorden bipolar en el verano, independientemente de haber consumido, o no, alcohol u otras drogas. También se observó un efecto estacional en pacientes con psicosis y con esquizofrenia, con una disminución en invierno. Curiosamente, un aumento de un grado centígrado en la temperatura ambiental se asoció con un incremento de un 1-2% en las admisiones mensuales. O sea, que un aumento en la temperatura parece ser que se asocia a un aumento en los brotes psicóticos. No obstante, no olvidemos que correlación no implica causalidad.

Los ritmos circadianos y las alteraciones del sueño están estrechamente relacionados con estos trastornos en el estado de ánimo, como el TAE, la depresión y el trastorno bipolar. De hecho, algunos de los fármacos que se utilizan en ellos tratan de estabilizar dichos ritmos circadianos. Con el fin de conocer si hay una base genética, en un estudio en cerebros de pacientes ya fallecidos que sufrieron depresión mayor se detectó que la expresión de los genes que controlan los ritmos circadianos fue más débil en estos que en los de personas sanas, y que dicha alteración se encontraba en regiones cerebrales que se asocian a los estados de ánimo, tales como la corteza prefrontal, el hipocampo, el núcleo accumbens y, cómo no, la amígdala.

Necesidad de dormir

El adecuado funcionamiento de los ritmos circadianos en el cerebro es muy importante para maximizar la eficiencia energética y la salud de nuestras neuronas, pues es bien conocido que nuestro cerebro usa un 20% de la energía de todo nuestro organismo y lo hace de un modo muy eficiente. Durante el día las neuronas están a pleno rendimiento para nuestra actividad general, los cual da lugar a la producción de especies reactivas que dañan el ADN de las propias neuronas. Durante el sueño se activan los mecanismos para eliminar esos productos tóxicos y reparar los daños en el ADN. Es por ello que necesitamos dormir bien, en calidad y en cantidad (al menos seis horas), pues en caso contrario alteramos estos procesos moleculares.

En definitiva, poco a poco vamos desentrañando los bases genéticas y moleculares de cómo el reloj circadiano afecta a los trastornos y a las enfermedades mentales. Puesto que participa en el funcionamiento adecuado tanto del sistema nervioso (en la neurotransmisión) y del eje hipotálamo-hipófisis (en el control hormonal), como del metabolismo y del sistema inmune, una alteración del mismo sin duda influye en los estados de ánimo y parece ejercer un efecto clave en los trastornos y en las enfermedades mentales.

Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de Jaén

Este artículo fue publicado originalmente en Ideal Jaén. Lea el original.

Que no nos gusten las lentejas o el brócoli va en los genes

Pamuk / Shutterstock

Francisco José Esteban Ruiz, Universidad de Jaén

No siempre podemos elegir lo que comemos y, cuando podemos, en la elección influye toda una serie de factores culturales, ambientales, psicológicos y, cómo no, biológicos. Sí, lo que nos gusta comer también va en nuestros genes.

Así, una vez más –y esto no es nuevo–, nuestro comportamiento está determinado en parte por la naturaleza y en parte por el ambiente.

Los gemelos suelen tener los mismos gustos por la comida

Los profesionales de la salud tienden a señalar que lo que nuestras hijas e hijos prefieren comer suele depender de lo que encuentran en casa, si bien madres y padres percibimos que la elección les viene de nacimiento.

En este sentido, un estudio llevado a cabo en una población de 2 402 familias con gemelos analizó la contribución de la genética y del ambiente sobre la inclinación hacia toda una amplia variedad de alimentos. Los resultados indican que la genética domina en la elección de vegetales, frutas y proteínas, mientras que el ambiente lo hace sobre lo que picoteamos, los lácteos y los azúcares.

O sea, que a nuestros hijos les gusten los alimentos más sanos y nutritivos, esos que intentamos incluir en su dieta, depende de la genética; en cambio, lo que más engorda y es menos sano depende de que lo encuentren a mano.

Y sí, son bien conocidos los casos de gemelos a quienes a ambos les gusta –o disgusta– lo mismo. Otro estudio llevado a cabo también con este tipo de hermanos, y que incluía a más de 2 000 individuos, mostró que la elección de la comida basada en sabores y características nutritivas similares estaba determinada no sólo por el ambiente compartido, sino también por la genética.

¿Y qué ocurre cuando los gemelos se hacen mayores? Que el factor heredable se mantiene: si no les gustan las lentejas, ninguno come lentejas. Sin embargo, la influencia del ambiente compartido desaparece en favor de la experiencia personal: cada uno decide si tener a mano o no, para picotear, de lo que más engorda.

Lo que nos dicen los genes

A mediados del pasado mes de mayo se publicó un interesante estudio, llevado a cabo en nada más y nada menos que 161 625 individuos, acerca de qué variaciones en los genes se relacionan con los alimentos que nos gustan o que no.

En primer lugar, los autores establecieron tres grandes grupos de alimentos: los altamente palatables y energéticos (postres, carnes y los muy sabrosos y agradables); los de pocas calorías (vegetales, frutas y cereales); y los que vamos probando por gusto, es decir, los adquiridos (café sin endulzar, bebidas alcohólicas, quesos y vegetales de sabor fuerte).

A continuación los relacionaron entre sí. Detectaron una correlación de elección de moderada a alta entre los de pocas calorías y los adquiridos, mientras que la elección de los muy sabrosos y energéticos era independiente de cualquiera de los otros dos grupos. Este resultado sugiere que los procesos que subyacen a la elección de las comidas tan gustosas son independientes a los demás.

Después relacionaron la presencia de variaciones en los genes con el consumo de alimentos y detectaron 1 401 asociaciones entre las variantes genéticas y la elección de determinados alimentos. Por ejemplo, encontraron que la mutación rs1229984-SNP, localizada en la enzima que degrada el alcohol, se vinculaba al consumo de la mayoría de las bebidas alcohólicas, si bien el efecto disminuía si las bebidas eran más fuertes. Es decir, la mutación permite la tolerancia al alcohol pero hasta cierto punto.

Cuando se priorizaron los genes con variantes, destacaron aquellos que codifican para receptores de sabores y olores. Así, la mayor asociación se detectó para el gen OR4K17 (un receptor olfativo) y el gusto por la cebolla.

Entre los receptores de sabores, se identificaron relaciones entre los de sabores amargos y los grupos de alimentos adquiridos y de pocas calorías. Concretamente, variantes del gen TAS2R38 se vincularon a comidas saladas, bebidas alcohólicas, el rábano y la toronja o pomelo.

Además, el gen FGF21, que codifica para un modulador celular y que previamente se había asociado al consumo de dulces, se relacionó negativamente tanto con las comidas fuertes y muy grasas como con el pescado, los huevos y la mayonesa.

La puntuación poligénica del sabor

Otros estudios confirman este tipo de predisposición congénita. Un trabajo presentado recientemente en el congreso de la Sociedad Americana de Nutrición, realizado sobre 6 230 personas, ha identificado la asociación entre variantes genéticas y cada uno de los cinco sabores básicos (dulce, salado, amargo, agrio y umami), así como también con factores de riesgo cardiometabólico.

Para ello han desarrollado la llamada puntuación poligénica del sabor (PPS), que proporciona un valor sencillo a partir del efecto acumulativo de diferentes variantes génicas sobre la percepción de un sabor concreto. Una PPS alta para lo dulce indica, por ejemplo, que una persona tiene una predisposición elevada a percibir ese sabor.

Los resultados mostraron que los genes relacionados con los sabores amargo y umami están más relacionados con la calidad de la elección de los alimentos en la dieta. Así, los participantes con mayor PPS-amargo comen dos porciones menos de cereales que los que puntúan más bajo, y los de mayor PPS-umami comen menos vegetales que los que son menos proclives a experimentar ese sabor.

Por otro lado, este grupo de investigación ha detectado que los genes relacionados con la sensibilidad hacia el dulzor son más importantes para la salud cardiometabólica. Un PPS-dulce alto está relacionado con una menor concentración de triglicéridos.

Jean Anthelme Brillat-Savarin, autor del primer tratado de gastronomía, pronunció en el siglo XIX el famoso aforismo “dime lo que comes y te diré quién eres”. Hoy también podemos decir “dime lo que comes y te diré cómo son tus genes”, y viceversa.The Conversation

Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de Jaén

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

En una competición lo hacemos mejor si nos creemos superiores

Shutterstock / Niphon Subsri

Francisco José Esteban Ruiz, Universidad de Jaén

Aunque nos duela, existe una jerarquía social en la que hay oprimidos e inocentes que sufren la desdicha y el castigo sin merecerlo, mientras muchos de “los de arriba” les miran con indiferencia. Así lo refleja la galardonada película Los santos inocentes, basada en el libro del mismo título de Miguel Delibes.

Podríamos pensar que la competitividad existe porque hay unos que están arriba y otros que están abajo. Que todo se reduce, más o menos, a sobrevivir y a competir entre niveles.

Pero no. También se compite con quienes están en el mismo nivel. Es más, para que un individuo dentro de un grupo prospere no basta con que centre sus esfuerzos en los recursos disponibles. Además, debe tener en cuenta el rango social y el comportamiento de los otros miembros del grupo.

El éxito depende del rango social y de contra quién competimos

La jerarquía y la competición han sido y son estudiadas por disciplinas tales como la psicología, la sociología, las ciencias políticas, la economía y la ecología. Pero hasta ahora se sabía muy poco de los mecanismos biológicos y celulares de las interacciones competitivas.

Recientemente, un equipo investigador de Boston (EE.UU.) ha publicado un interesante artículo en la revista Nature en el que demuestra, en un grupo de ratones, la existencia de unas neuronas concretas que codifican la estructura del rango social de unos animales con respecto a otros. Además, en el trabajo se detecta cómo influye la información que procesan las células sobre las decisiones que se toman al competir.

Para el estudio se registró la actividad neuronal de los ratones mientras competían, de un modo natural, por la comida. Los resultados indican que los roedores más dominantes son los que más alimento consiguen. En cuanto al éxito competitivo, varía según el rango social del animal en relación a los demás competidores.

Por ejemplo, los ratones de un rango social medio tienen mayor éxito si compiten con ratones subordinados de su grupo, y menor éxito si lo hacen con ratones más dominantes también de su grupo. Pero este efecto disminuye si la prueba se realiza entre ratones de grupos diferentes. Eso indica que no es una cuestión de fuerza, rapidez o “superioridad” real: simplemente los ratones compiten menos si se enfrentan a adversarios que saben que están en un rango superior. Si lo ignoran, compiten con la misma ferocidad que frente a sus iguales.

Como es lógico, si se modifica la recompensa y el entorno (por ejemplo, la cantidad y la distancia hasta llegar a la comida), los animales también ajustan su comportamiento según el resultado económico y las condiciones ambientales bajo las que compiten. Es decir: se muestran más motivados si hay mayor recompensa y si las condiciones son más favorables.

Competir, tener éxito y el rango social están relacionados

Las neuronas que codifican este complejo comportamiento se localizan en la corteza cingulada anterior, un área del cerebro imprescindible para el control cognitivo y emocional. Pues bien, en esta zona hay dos tipos de neuronas con funciones distintas: unas guían el comportamiento competitivo y otras evalúan el rango social y modulan a las anteriores.

Lo sorprendente es que son las del rango social las que permiten predecir el éxito futuro de la empresa que se va a acometer, con una precisión de un 71 %. Más aún, estas neuronas se encargan de integrar la información no sólo del rango social relativo, sino también de las experiencias previas en cuanto al éxito. En función de la posición social y de los triunfos previos, nos guiará en cómo nos enfrentamos a una competición, en qué decisiones tomamos frente a nuestros rivales.

Manipulando las neuronas que controlan el esfuerzo competitivo

Si los resultados anteriores indican que hay neuronas concretas en la corteza cingulada anterior cuya actividad afecta a las decisiones que tomemos en la competición a la que nos vamos a enfrentar, ¿qué ocurrirá si las manipulamos?

Pues ocurre lo esperado: la excitación de las neuronas del rango social aumenta la posición del individuo en el ranking de dominancia en su grupo, mientras que la inhibición lo lleva a una posición más baja.

En cuanto a la competición, si se excitan estas neuronas se observa que el comportamiento competitivo es selectivo, ya que el éxito solo aumenta si los ratones compiten frente a otros que sean más dominantes. Y cuando las neuronas se manipulan inhibiendo su función, el éxito competitivo disminuye sólo cuando compiten con subordinados.

Según Miguel de Cervantes “Dos linajes sólo hay en el mundo: como decía una abuela mía, que son el tener y el no tener, aunque ella al de tener se atenía.” Y sí, abuela, el que “tiene” compite con uñas y dientes.The Conversation

Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de Jaén

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

I International Congress “Brain Dynamics and Consciousness”

El estudio de la relación entre mente y cerebro es clave para caracterizar la consciencia, entendida como los sentimientos y las experiencias que nos hacen ser como somos, que determinan nuestra vida interna subjetiva y que nos llevan a interaccionar con lo que nos rodea.

Especialistas procedentes de campos del conocimiento como la biomedicina, la computación, la filosofía, la física, las matemáticas y la psicología presentarán e integrarán, en el I International Congress “Brain Dynamics and Consciousness”, y a través del estudio de la dinámica cerebral, las principales teorías, procedimientos de análisis y resultados obtenidos en la caracterización de la consciencia, así como su aplicación clínica en la detección de estados de consciencia en enfermedades y trastornos mentales, y en pacientes en coma.

El congreso se celebrará, en la Universidad de Jaén, del 20 al 22 de abril. Puedes encontrar más información en la web del grupo organizador de la UJA: ComplexMindLab.

Los contenidos, sin duda, pueden ser de interés para estudiantes y profesorado de diferentes grados, másteres y programas de doctorado.

No es necesaria la inscripción, la asistencia es gratuita y libre, y se emitirá un certificado de asistencia a quien lo solicite.

El programa puedes encontrarlo aquí.

Te ruego que lo difundas y que te animes a asistir.

Saludos cordiales.

Sergio Iglesias
Antonio Ibañez
Francisco J. Esteban
Grupo de Investigación “Sistemas y Organismos Complejos” (UJA)
complexmind.es

Ciencia en la poesía, poesía en la ciencia: taller de poesía de tema científico

(IES Sierra de la Grana)

© Imagen: Lola Alcalá. © Haiku: FJ Esteban.

Elena Felíu ArquiolaUniversidad de Jaén y Francisco José Esteban RuizUniversidad de Jaén

El proyecto Explora IES, en la Universidad de Jaén, afronta el diseño e impulso de acciones para alumnado de niveles educativos no universitarios. El objetivo es proporcionar oportunidades y crear ambientes enriquecedores para el alumnado que participe.

Este proyecto se concreta en la oferta de pequeños proyectos de investigación adaptados a alumnado de 4º de ESO y de 1º de Bachillerato, relacionados con las líneas de investigación que esté desarrollando el profesorado de la UJA.

En esta edición del curso académico 2021/2022, hemos llevado a cabo la actividad Ciencia en la poesía, poesía en la ciencia: taller de poesía de tema científico, en la que han participado 10 estudiantes, de la asignatura Biología, de cuarto curso de la ESO del IES Sierra de la Grana (Jamilena),

De un modo similar a la actividad Ciencia y poesía: taller de haikus, que llevamos a cabo en la Semana de la Ciencia 2021, el objetivo ha sido mostrar que ciencia y poesía, lejos de ser ámbitos alejados entre sí, como la organización de las asignaturas de nuestro sistema educativo podría sugerir, constituyen dos maneras complementarias de conocer la realidad que se interrelacionan y se alimentan mutuamente. Ambas buscan el descubrimiento y ambas requieren intuición y creatividad, pero también trabajo y constancia.

Como muestra de esta interconexión, y como en el anterior taller, se han presentado al alumnado ejemplos de científicas y científicos que escriben poesía, así como de poetas con formación científica. También se ha mostrado cómo la metáfora está presente con frecuencia en el lenguaje científico.

Además, con la lectura de una selección de textos poéticos se ha constatado que la ciencia constituye el tema de numerosos poemas tanto a lo largo de la tradición literaria como en la literatura contemporánea.

El taller, como aplicación práctica, ha consistido en la creación de haikus de tema científico. El haiku es un tipo de composición poética de tres versos, formada por diecisiete sílabas, que se caracteriza por captar el instante, por su sencillez expresiva y por su capacidad de generar emoción.

La inquietud y el buen quehacer de estas jóvenes promesas poetas han dado lugar al resultado que mostramos a continuación. Chapó.

Haikus

Asíntota en el olvido

Como una asíntota
mis abrazos y besos 
a ti te buscan.

Alba Alcántara Vela
La Pasión
                
Vida sin ella,
como la madrugá:
sola y vacía.

Jaime Checa Beltrán
Incomprensión    
           
Nuestro amor es
unión, separación, 
como mitosis. 

Marta Cruz
Deseo

Pide la luna 
que no falte de nada 
para quererte. 

Jesús Gámez Checa
La belleza del ser

Tan complicado, 
como el cuerpo de
cualquier ser vivo.

Hugo Martínez Cazalla
Soledad

Al infinito                                                                          
sin llegar a tocarse, 
dos paralelas. 

Humanos

Somos mortales:
no conviene olvidarlo
ni recordarlo. 

Jose Martos 
Genes de primavera

Como los genes,
cada primavera es
muy diferente.

Antonio J. Moral Mérida
Diagnóstico

No hay PCR
que pueda detectar 
tu gran belleza

Andrés Peinado Martínez
Complejidad

la ciencia es bella 
tengo que estudiar mucho 
aprobaré

Jose Peragón
Irracional

El poderío
que tiene la razón
nadie lo ve.

Anarquía

Mejor escúchame:
esa liberación
es el infierno.

Aprendizaje

Yo ya lo sé:
el amor es efímero;
no los escuches.
		
Ciclo de vida

Son estas células
las que me hacen mágico.
Y se renuevan.

Antonio Jesús Jiménez (Serafín)
Lo infinito

Número pi,
misterio sin final,
sin acabar.

Alba Alcántara Vela y Antonio Jesús Moral Mérida 
Escudos corporales

Glóbulos blancos, 
protectores vitales:
¡grandes soldados!

Jaime Checa Beltrán y Jesús Gámez Checa
Necesidad

Al respirar
a ti te necesito, 
mi fotosíntesis.

Marta Cruz y Jose Peragón 
Marítimo

Sin ti me siento
igual que un pescador
ante un mar muerto.

Hugo Martínez Cazalla y Andrés Peinado Martínez 
Adicción

Eres mi droga, 
el amor de mi vida
y me das mono.

Jose Martos y Serafín 

Por qué la obesidad es un imán para otras enfermedades

Shutterstock / Stephen Barnes
Francisco José Esteban Ruiz, Universidad de Jaén

Sin entrar en el debate de si la obesidad debe o no considerarse una enfermedad, y siendo conscientes de que sus causas pueden ser múltiples, nos enfrentamos a un verdadero problema de salud pública que aumenta tanto la morbilidad (enfermar) como la mortalidad (morir debido a ello).

Independientemente de lo que nos lleve a pasarnos del peso que se considera dentro de lo normal, esos kilos de más nos afectan de un modo u otro. Existen pruebas irrefutables de que la obesidad es un importante factor de riesgo para padecer otras enfermedades como hipertensión, dislipemia (alteración de la cantidad de lípidos en sangre, como el colesterol), diabetes, enfermedades cardiacas e infartos cerebrales, piedras en la vesícula, artrosis, ovario poliquístico, síndrome de apnea del sueño y algunos tipos de cáncer. Y nos hemos quedado cortos, pues se considera que la obesidad y el sobrepeso incrementan el riesgo y favorecen el desarrollo de más de 200 enfermedades crónicas.

Además, y desafortunadamente, desde el inicio de la pandemia debida al coronavirus se hizo patente el hecho de que la obesidad empeoraba la situación. Sí, desde hace años se conoce que las personas obesas son más vulnerables a las infecciones y a las complicaciones derivadas de las mismas. En el caso concreto de la covid-19, y según un estudio de la Sociedad Española de Obesidad, el 80% de las personas con manifestaciones severas por coronavirus en España eran obesas.

La acumulación de grasa enferma al tejido

¿A qué se debe que el ser obeso aumente el riesgo de contraer otras enfermedades? La investigación en biología celular, bioquímica y genética nos ayuda a responder.

La principales células responsables del almacenamiento de grasa en nuestro cuerpo son los adipocitos, que forman parte del llamado tejido adiposo. En este tejido también hay otros tipos celulares, como los linfocitos y los macrófagos del sistema inmune, y el buen estado de salud del tejido depende de que exista un equilibrio funcional entre todos los tipos de células.

Pues bien, en la base de la obesidad se encuentra la adiposopatía, que podemos decir que es una alteración que se produce debido a que, por diferentes causas, ingerimos más calorías de las que gastamos. Esto da lugar a una alteración anatómica (deposición anormal de grasa) y funcional (inmune y hormonal) del tejido adiposo que puede causar o empeorar una enfermedad metabólica.

¿Y qué es una enfermedad metabólica? Sencillamente un daño debido a la alteración de nuestras vías metabólicas, como la del colesterol, la insulina y las hormonales, que a su vez dan lugar a enfermedades como arterioesclerosis, la hipertensión, la diabetes y un aumento de hormonas masculinas en mujeres y su disminución en hombres.

La grasa se acumula donde no debe

Cuando los adipocitos comienzan a acumular más grasa de lo normal también se produce deposición de grasa más allá de donde debería, por ejemplo, en el hígado y en el músculo. Junto a la adiposopatía, este hecho provoca una alteración en la secreción de hormonas, como la leptina, y de toda una serie de proteínas proinflamatorias, como las citoquinas.

Además, la obesidad da lugar a una deposición anormal de grasa alrededor del corazón. Un estudio reciente realizado sobre casi 7 000 participantes ha puesto de manifiesto que el aumento de la grasa pericárdica se asocia con el riesgo de fallo cardiaco.

El aumento en la secreción de citoquinas debido a la obesidad no sólo reduce la capacidad de responder a la infección respiratoria causada por el coronavirus, sino que provoca que todo empeore. Más aún, la asociación de la obesidad con una disminución de la función inmune hace que estos pacientes sean más susceptibles a todo tipo de infecciones.

En cuanto al tratamiento, en los obesos disminuye la respuesta a los antivirales y son menos eficaces las vacunas.

El novelista Charles Dickens dijo que “cuanto más engorda uno, más prudente se vuelve. Prudencia y barriga son dos cosas que crecen simultáneamente”. Visto lo visto, más vale que seamos prudentes y no hagamos crecer la barriga.The Conversation

Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de Jaén

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.